Huellas arqueológicas

HUELLAS ARQUEOLÓGICAS
En el término de Masegosa, como en toda nuestra comarca, quedan restos visibles de otros poblamientos, unos más recientes y otros más antiguos en el tiempo.
Las civilizaciones se suceden y sus asentamientos evolucionan como lo hace cualquier ser vivo: unas veces desaparecen y otras se transforman, según los avatares de la historia.
Seguidamente dejamos imágenes de algunos de estos lugares que estuvieron habitados alguna vez y que ahora solo enseñan una parte de su deteriorado esqueleto.
Nunca ha habido estudios arqueológicos que nos den una reseña fundada sobre sus orígenes y la razón de su ubicación geográfica y topográfica.
Por estas tierras de la Sierra de Cuenca, cualquier yacimiento arqueológico tiene, al menos, una de estas tres explicaciones: por motivos militares, por motivos ganaderos, o por ambas a la vez.
Los comentarios que siguen por cada uno de ellos deben entenderse como meras hipótesis, nunca como afirmaciones suficientemente contrastadas.

CABEZA LA TORRE Y LOS VILLARES
En Masegosa y, obviamente, en otros muchos lugares, a los picos más altos de los montes, especialmente si desde ellos se divisan amplios territorios, se les suele llamar “cabezas”. La toponimia local nos ha dejado nombres como los de Cabeza Catalán (1411 m.), Cabeza las Suertes (1379 m.), Cabeza del Herrero (1482 m.), la Cabezuela (1421 m.) y Cabeza la Torre (1354 m.).
Cabeza la Torre está situada en el límite suroeste del término municipal, limitando con los de Lagunaseca y el antiguo de El Tobar. Desde él se divisa toda la vega que recorre el arroyo de la Solanilla, que nace en las Torcas de Lagunaseca y concluye en la Laguna Grande –lo que, por extensión se llama la Vega de El Tobar.
Por sus inmediaciones discurren los caminos que bajan de Masegosa, Lagunaseca y Santa María del Val en dirección a Beteta. Desde aquí se divisa también el cerro de Rochafría, en donde todavía vemos los restos del castillo medieval de Beteta.
El nombre informa por sí mismo de la existencia de una torre de vigilancia en lo más alto del cerro. Y por si no fuera bastante, en sus inmediaciones quedan restos de alguna antigua construcción.
Sin perjuicio de posibles usos anteriores a la conquista cristiana de las tierras de Beteta, hacia 1166, suponemos que el yacimiento da idea de la existencia de una torre de vigilancia para avisar a la fortaleza de Beteta sobre movimientos militares o de otra índole que llegaban por esa zona de tan fácil acceso.
Algo parecido debió suceder en la cabeza de El Castillejo: en la dehesa de Molinillos, sobre el Guadiela y controlando la cañada real de Belvalle a Beteta. Aquí también hay restos de otra torre de vigilancia de similares características.
En cuanto a Los Villares, no conozco ninguna referencia escrita que los cite, pero el nombre y los restos de construcciones que quedan a la vista también nos dan una idea de que ahí debió haber un pequeño poblado.
Llamamos Los Villares a una loma que está a medio camino entre Cabeza la Torre y Masegosa (unos 750 m. de cada), al otro lado del arroyo de La Fuente, que vierte en la Laguna Grande.
En el número 4 de Mansiegona, Carlos Solano Oropesa cita este lugar en el artículo que titula Los antiguos poblados y pobladores de nuestra zona. Estando tan cerca de otros poblamientos más fértiles y seguramente más habitados, no se me ocurre otra explicación a su existencia que la de ser el lugar en donde tendrían sus viviendas las familias de los servidores de la torre próxima.

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CABEZUELA Y PEÑAS DE LOBAO
En el número 3 de Mansiegona publiqué un artículo con el título Peñas de Lobao: ¿peñas de Lobetum?. En él cito el yacimiento arqueológico que se puede ver, al menos por los restos de su doble recinto amurallado y por el trabajo hecho en las piedras calizas de las Peñas de Lobao para abrir caminos, una plaza y demás servicios.
Tiene una vía central orientada en la dirección norte-sur, que hoy es el camino que sale por detrás de la iglesia de Masegosa, sube por Los Pajares, sigue por la Cabezuelilla, La Cabezuela y cruza el Guadiela, justo debajo de El Castillejo, para llegar a La Cueva del Hierro.
No se han encontrado monedas ni cerámica –que yo sepa-, que son elementos importantes para confirmar la existencia de una civilización anterior. Tampoco se han hecho estudios arqueológicos para avanzar una primera hipótesis fundada sobre lo que pudo ser esto. Luego estamos ante un yacimiento virgen, que convendría investigar.
Lo cierto es que se puede seguir el rastro de los varios kilómetros del doble perímetro de las viejas defensas de piedra. Y también que algunos arqueólogos que lo han visto opinan que se corresponde con el estilo de lo que era la manera de hacer de los pueblos indígenas del país.

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EL DESPOBLADO DE DURÓN
En el número 2 de Mansiegona publicamos un artículo titulado Los despoblados de Pinilla y Durón. De Pinilla publicamos fotos en el capítulo siguiente.
En este apartado seleccionamos algunas fotografías de lo que fue una aldea de sirvientes, asociada a una casa solariega de algún señor que en la Edad Media la construyó, seguramente para controlar sus intereses ganaderos en los meses de calor, cuando la trashumancia obligaba a subir las reses a zonas de sierra en donde los pastos seguían siendo frescos y abundantes.
Su ubicación se encuentra justo en el límite entre lo que fue el Señorío de Beteta y el término de la ciudad de Cuenca. Sus pobladores debieron cultivar las vegas más fértiles de las inmediaciones, pero muchas de ellas dentro del territorio propiedad del amplio concejo conquense. Por eso, cuando los señores nobles empezaron a perder privilegios –desde los Reyes Católicos en adelante-, Cuenca aprovechó el momento para expulsar a sus okupas de lo que reivindicaba como territorio propio. Sabemos que entre otros medios, utilizó el del incendio de caseríos.
Durón, víctima de esa estrategia, debió despoblarse, si no totalmente, al menos en la mayor parte, durante el S. XVI.
La tradición oral de Masegosa dice que los habitantes de Durón cambiaron su domicilio a este pueblo con el que compartían término y cultivos próximos. Y así debió ser porque la ermita de Santa María de Durón sobrevivió hasta el S. XIX y cuando se arruinó, su imagen recibió acogida en otro pequeño santuario construido en Masegosa.

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