Valsalobre es otra de las aldeas que formaron parte del señorío de Beteta. Su término municipal, que limita al norte con la provincia de Guadalajara, es el más septentrional de la de Cuenca. Incluso más que el de El Recuenco, que sería segundo.
El pueblo, pequeño, acogedor y bien conservado, se encuentra situado en medio de la vega del Arroyo de las Pontezuelas, a unos 1225 m. de altitud; bien resguardado de los vientos del norte, está construido en la ladera solana del cerro del Águila, teniendo a poniente Las Cabezas.
Si hubiera que citar dos poblaciones que en la Tierra de Beteta debieron estar habitadas desde que los humanos ocuparan nuestras sierras, estas serían Valsalobre y la Cueva del Hierro. La primera por el valor de sus salinas y la segunda por el de sus yacimientos de hierro.
No es preciso extenderse, si no tan solo citar el significado de su nombre: valle salado, o valle de sal.
Por sus inmediaciones debió discurrir la vía romana que desde Santa Cristina (o Huerta Vellida), pasando por Carrascosa de la Sierra, llegaba a La Cueva. Al fin y al cabo, a los ocupantes, de nuestra zona, como de tantas otras, lo único que les interesó fue la explotación de los yacimientos minerales.
En el número 8 de la revista Mansiegona publicamos un reportaje de Carlos Solano titulado La explotación de la sal en la Sierra de Cuenca, en el que se citan los avatares de las salinas de Valsalobre. Puede verse en el siguiente enlace: http://www.revistamansiegona.com/Articulos_indices/8/8_Explosal.pdf

Presentamos seguidamente varias fotos.

CAMINO A VALTABLADO
Unos 500 metros más abajo de Valsalobre, cuando a la izquierda se abre el valle del Arroyo de La Navareja, que poco después desemboca en el de Las Pontezuelas, comienza el camino que sube a lo que fue Valtablado de Beteta. Esta fue la mejor vía de comunicación de este pueblo que en los años setenta del siglo pasado se rindió, vendió el término municipal y abandonó sus viviendas. Hoy es un despoblado.
Valsalobre y Valtablado eran primos hermanos: algo más de tres kilómetros los separaban, pero nunca nadie se acordó de comunicarlos con una pequeña carretera, para mayor aislamiento de los segundos.
Y sin embargo, la subida a Valtablado (sobre 1400 m. de altura), es un lujo de paisaje para recrearse en cada curva de nivel.

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