La Iglesia de Masegosa
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IGLESIA DE MASEGOSA
Joaquín Esteban Cava
En la revista número 7 de Mansiegona, la de 2012, José Antonio Belinchón, el cura párroco de Masegosa, publicó un interesante artículo titulado Sobre la iglesia parroquial de Santa Ana, de Masegosa. Partiendo de los datos que aporta, pretendo en este artículo avanzar un poco más con algunas informaciones y otras muchas suposiciones.
De lo que ya dijo el autor citado se deduce que la iglesia actual, como sucede con cualquier elemento vivo, es el resultado de su evolución a través de los tiempos: en este caso, de los siglos.
Al contrario de lo que se suele hacer para describir un edificio con singularidad arquitectónica, en donde los cronistas acostumbran a empezar desde sus orígenes, yo voy a hacer lo contrario: comenzaré desde lo que sabemos de la situación actual, seguiré con lo que conocemos mejor de los tiempos inmediatamente pasados e iré retrocediendo en el tiempo, con hipótesis de lo que pudo pasar, hasta llegar al momento de la probable primera edificación del templo.
I. LA IGLESIA ACTUAL
En el libro Catálogo monumental de la diócesis de Cuenca, coordinado por Santos Saiz y Anastasio Martínez y editado por la Diputación Provincial en 1987, se describe la iglesia de esta manera:
Según la lápida colocada en el exterior de la torre, se reedificó en 1866.
Porche cubierto, la portada con laterales cerrados, al frente tres columnas de piedra cilíndricas, dóricas, con el plinto a nivel del suelo, arco de medio punto con dovelas planas y largas, y en la clave escudo puntiagudo cortado con dos cuarteles, las llaves de S. Pedro en uno y puente y dos flores de lis en el otro.
De una sola nave con planta de cruz latina. A la entrada del presbiterio, arco triunfal de piedra con decoración gótico-isabelina. El fondo del presbiterio, de tres lados con paramentos. Lo cubren tres lunetos. El cuerpo de la iglesia, bóveda rebajada de medio cañón con lunetos, sobre arcos formeros adosados al muro sobre pilastras.
No voy a añadir nada a lo dicho por José Antonio Belinchón ni a lo que se cita más arriba sobre la iglesia actual. Las imágenes que siguen son mi complemento.
II. LA REFORMA DE POSGUERRA
Al poco de comenzada la guerra civil que se inició con la sublevación militar de Franco y otros generales en julio de 1936, la provincia de Cuenca permaneció leal al gobierno republicano y la de Guadalajara se adhirió al pronunciamiento militar. Esto hizo que, en nuestra sierra, el Tajo, que divide administrativamente las provincias, fuera también división del frente militar. En lo que nos concierne, supuso que dos pueblos próximos, Peralejos de las Truchas, de Guadalajara, y Masegosa, de Cuenca, se vieran situados en bandos contrarios.
Para defender el territorio conquense en esa línea norte que marcaba el río Tajo, pronto llegó a nuestra sierra una agrupación de soldados anarquistas bajo el nombre de La Columna Tierra y Libertad. Se instalaron en Beteta como lugar de referencia, pero a muchos los mandaron a Masegosa como cuartel más próximo a la línea divisoria.
Sobre esto, Maximiliano Cava, en su libro Casi un siglo de vida: memorias de un jubilado autodidacta, nacido en Masegosa (Cuenca), 2014, nos narra algunos de los acontecimientos vividos por él mismo en su adolescencia.
De lo que dice Maximiliano en su libro, lo que recuerdan los mayores del pueblo, y lo que se cuenta en otras crónicas, sabemos, en lo que se refiere a la iglesia, varias cosas. La iglesia fue ocupada como cuartel. Las campanas sacadas de la torre y derribadas. Las imágenes arrastradas por las calles del pueblo. El retablo renacentista quemado. Los bancos y demás elementos de madera se usaron de combustible. En el interior de la iglesia se guisaban, entre otras cosas, las ovejas compradas o confiscadas, las que previamente se habían desollado y descuartizado bajo el olmo próximo. En fin, soldados incultos que, en nombre de la libertad, se cebaron no con la Iglesia reaccionaria que combatían sino con los símbolos artísticos y culturales que esta tenía: una pena.
Sobre los retablos existentes en la iglesia, que se quemaron en guerra, la revista Mansiegona ha publicado dos artículos: el primero, firmado por Carlos Solano Oropesa, con el título Retablos de Masegosa y Lagunaseca, , se editó en el número 2 de la revista, de 2007; y el segundo, que firmé yo, en el número 7, de 2012, que tenía por título Cuaderno de campo de agosto de 1934.
Aunque no lo hemos podido confirmar, es casi seguro que se destruyó también la pila bautismal. En todos los pueblos del Campichuelo y en muchos de la Sierra, como Lagunaseca, El Tobar, Santa María del Val o Beteta se conservan pilas talladas en piedra en los siglos XII o XIII. La que hay ahora en Masegosa es de adquisición reciente, seguramente una reposición de posguerra, por lo que es posible aventurar que la anterior sería parecida a las que aún mantienen los pueblos vecinos.
Concluida la guerra, y desde la pobreza en la que quedó sumido el país en general y Masegosa en particular, el pueblo hizo el esfuerzo que le fue posible por restaurar los elementos dañados y recuperar los objetos de culto que se habían destruido.
En cuanto a las campanas, que las anteriores se romperían al caer al suelo cuando las tiraron en guerra, fueron refundidas, según rezan sus rótulos, en 1951 y 1952. La pequeña, orientada al oeste, tiene un texto grabado que es perfectamente visible desde el interior del campanario. Dice así:
SANTA ANA
MASEGOSA, NAVIDAD DE 1951
REFUNDIDA SIENDO ALCALDE
D. APOLINAR RIHUETE
Y PÁRROCO D. RAFAEL OLMEDA
La grande, orientada al sur, vista desde el interior del campanario tenía una imagen de la Virgen. La leyenda estaba al exterior y debía tener un texto similar. En los últimos años ha sido nuevamente refundida, por lo que no podemos precisar la fecha en la que se colgó. No obstante, en las dos imágenes que siguen, anteriores a la última refundición, en su extremo izquierdo pueden leerse las últimas palabras de cada párrafo y que dirían algo así como esto:
[…FUE] REFUNDIDA
[SIENDO ALCALDE D. ¿ANASTASIO?] RUBIO
[Y PÁRROCO D. …] MARTÍNEZ
[AÑO DE 19]52
En cuanto a los elementos de madera, lo que sabemos por el testimonio directo de Maximiliano Cava, escrito en sus memorias citadas más atrás, es que fue el ebanista local, el tío Evaristo, quien puso tarima al suelo y construyó los nuevos bancos; lo que concluyó en 1946.
No tengo referencia de los años en que se compraran las nuevas imágenes que adornan la iglesia, pero creo que todas las existentes son de posguerra. De la patrona del pueblo, la Virgen del Rosario, hay un testimonio fotográfico de una imagen que no me consta que la hubiera en el pueblo, y dos imágenes más que se veneran: una más pequeña, anterior, y otra de mayor tamaño, que se compraría más tarde.
Y abriendo un paréntesis, debemos citar aquí, porque forma parte de la pequeña historia local, lo acontecido con la imagen de Santa María Magdalena de Durón. Cuando los últimos habitantes de la aldea de Durón, despoblado que se encuentra en el extremo sur del actual término de Masegosa, decidieron dejar sus casas y bajarse a vivir a Masegosa –o tal vez cuando ya no quedaban habitantes en Durón y la ermita estaba desprotegida- la imagen, seguramente de estilo románico, que se veneraba en aquella ermita se trasladó a Masegosa y se le construyó una humilde capilla a las afueras del pueblo. En su honor se prendía una hoguera cada día 2 de febrero. Pues bien, tuvo que ser en una guerra, que a los lugareños también enredó, cuando se perdió su talla.
Alguien, probablemente de los milicianos acuartelados en el pueblo, profanó la capilla y tiró la imagen fuera, en la cuneta de la recién construida carretera a Beteta. Aquella talla, artísticamente elaborada muchos siglos atrás, permaneció varios días en la cuneta, a la vista de todo el pueblo, sin que nadie bienintencionado se atreviera a recogerla para guardarla. Cosas del miedo. Finalmente se la llevó el tío Silverio y la convirtió en leña. El anecdotario local cuenta que este vecino utilizó esa madera para hacer el frito de la matanza. Él decía que le salieron unos chorizos muy sabrosos y otros que se le avinagraron. Seguro que la madera de la imagen puesta en combustión no hizo milagros, pero seguro también que se perdió entre las llamas una más de tantas obras de arte que los antepasados nos dejaron.
De los valores artísticos que tenía la iglesia de Masegosa aún podemos lucir la cruz procesional del mejor platero que tuvo la ciudad de Cuenca en su época de mayor prestigio: el S. XVI. Me refiero a Francisco Becerril. Sobre este tema publicamos un artículo de la investigadora Amelia López-Yarto Elizalde en el número 6 de la revista Mansiegona, de 2011, titulado La cruz procesional de Masegosa, obra de Francisco Becerril.
Una cruz de plata como esta podía ser el mejor botín de guerra de cualquier soldado desaprensivo. Afortunadamente algún vecino –que quisiera citar, pero no tengo datos precisos- se anticipó y la guardó. Gracias a él hoy se puede lucir encabezando las procesiones del pueblo. La cruz recuperada estaba inclinada porque le faltaba lo que llaman los expertos la espiga y la caña (ver imagen 69). La espiga es la parte final de la cruz en la que se introduce el mango de madera y la caña el tubo con el que continua hacia arriba hasta la base de la cruz. Actualmente el sacerdote, José Antonio Belinchón, la ha restaurado y procesiona de nuevo en vertical.
III. 1930. ELEVACIÓN DEL TEJADO DE LA SACRISTÍA
En la fotografía que reproduzco más abajo se ven claramente dos líneas de remate de cornisa de la sacristía, una en la fachada sur y otra en la fachada este, y el recrecimiento que hay sobre ellas.
Gracias a esa afición que tienen los albañiles de dejar su marca en las obras que realizan sabemos que la reforma se hizo en 1930 y que el maestro era Gil Esteban. Así lo acreditan las inscripciones hechas en el revoque del lateral este.
Antes de esta reforma la sacristía debía tener un tejado que vertía a dos aguas.
IV. LA GRAN REFORMA DE 1866
En la fachada sur del campanario hay una piedra que tiene inscrita la siguiente leyenda: SE REEDIFICÓ SIENDO Vº. D. CALISTO MORENO Y ALCD. D. FRCº. RUBIO. AÑO DE 1866.
De la inscripción lapidaria no se puede deducir si la reforma afectó exclusivamente al campanario o a la totalidad de la iglesia. Lo cierto es que la palabra “reedificó” indica que no se trató de una mera reforma, si no que debió tratarse de una importante reconstrucción.
Por la fecha podemos deducir que las obras comenzarían a los pocos años de constituirse el Ayuntamiento de Masegosa como entidad autónoma. Recordemos que dejó de ser aldea de Beteta en el año 1850. Para entonces el pueblo tendría unos 400 habitantes y había recibido como patrimonio exclusivo de su término municipal unos montes cuya producción de madera era muy rentable.
Me inclino a pensar que la reedificación afectó a la totalidad del inmueble. Hay muchos indicios que así lo atestiguan.
La construcción que hemos recibido está hecha sin duda por albañiles locales, desde su humilde experiencia. No hay más que ver la caótica distribución de los muchos sillares reutilizados; sillares que los anteriores constructores habrían colocado con mejor orden en los lugares más adecuados. E incluso la colocación invertida de piedras con inscripciones o con usos distintos a los que los “reedificadores” de 1866 les dieron. Más abajo irán fotografías de esto que digo.
IV.1.- Sillares con inscripciones invertidas.
Hay uno especialmente significativo: en la esquina de la capilla de La Concebida –vulgo de los Rihuete-, fachada sur junto a la sacristía, hay un sillar colocado bocabajo que cita la fecha de 1644, dato que informa de otra reforma hecha en ese año.
Los sillares que forman las troneras de las campanas también han reutilizado piedras con inscripciones. Hay una en cada campanario. Esto indica también que antes de la reforma tuvieron una ubicación distinta: probablemente en la portada de la iglesia.
En la campana pequeña, el sillar tendría la siguiente inscripción: JESÚS JOSÉ [Y MARÍA, OS DOY], EL ORAZÓN [Y EL ALMA] MÍA.
En la campana grande, la grabación tiene el texto en latín y la frase debe referirse a algún párrafo de una oración, pero no he alcanzado a descifrarlo íntegramente. Aproximadamente, es así lo que queda:
***EPMIDYtVI FYDE
***DOMINVM
***VOCATE TVVS
IV. 2.- Esquinas y otros lugares con sillares colocados en desorden.
Como he citado más arriba, la colocación imperfecta de sillares reutilizados en cualquier parte de las fachadas dan indicio de que en esa reforma de 1866 se debió realizar una rehabilitación íntegra, o casi, de toda la iglesia. Ni siquiera en las esquinas, lugares más importantes para sustentar la estructura del edificio, los sillares están colocados con orden. Veamos algunas fotos.
IV.3.- Cambio del techo plano de madera por bóvedas.
En la reforma de 1866 se debió sustituir el techo de madera por el que conocemos actualmente. Dijimos al principio que la nave de la iglesia está cubierta con “bóveda rebajada de medio cañón con lunetos, sobre arcos formeros adosados al muro sobre pilastras”. Entre un techo plano, de artesonados pegados a los tirantes que sujetan el tejado, y otro abovedado, hay un cambio evidente: baja la altura del techo. Y, además, es preciso sustentar el tejado con una estructura de madera que permita que las aguas caigan en línea inclinada; en el caso de la iglesia de Masegosa, a dos vertientes. O sea, hay que construir una cámara por encima de las bóvedas.
El edificio actual da indicios de esta reforma. Pero los ofrece de manera contradictoria. En la fachada norte quedan evidencias de que se recreció la cornisa, lo que no se ve en la sur. Tal vez la fachada norte no se tocara en la reforma de 1866 y su recrecimiento sea anterior.
Sin embargo, en la fachada sur, la de entrada a la iglesia, con la construcción del techo abovedado las ventanas originales que iluminaban el templo dejaron de cumplir su función y, por efecto de la nueva techumbre, ahora únicamente dan luz a la cámara. Por eso, los albañiles de la rehabilitación se vieron obligados a construir unas nuevas ventanas, más abajo, en cuya realización no pusieron ningún esmero decorativo.
IV.4.- Las capillas de los Rihuete y los Caballero.
Opino que debió ser también en esta reforma de 1866 cuando se añadieron las dos capillas laterales que hacen que la iglesia actual tenga forma de cruz latina. Probablemente, familias devotas y con posibles colaboraron en la rehabilitación y se reservaron para uso exclusivo las nuevas capillas. Dijimos al principio que a la de la izquierda se le llama vulgarmente de los Caballero y a la de la derecha de los Rihuete. Ambos son dos de los apellidos actualmente más comunes en el pueblo. Y queda memoria de familias de esos linajes que tenían ahí su reclinatorio.
Los ventanales abiertos en cada una de estas capillas dan idea de su dislocación respecto a lo que pudo haber antes. Y ni siquiera son iguales: es como si se hubieran elegido a la carta, según las preferencias de los patrocinadores.
La del lado sur reutiliza un ventanal abocinado, similar a los otros dos que sobreviven a su izquierda, solo que estos últimos están inutilizados por quedar sobre la bóveda, o sea, en la cámara, mientras que el de la capilla de los Rihuete, porque tiene el techo plano, sí forma parte del interior de la capilla, a la que ilumina. Además, si nos fijamos bien, es probablemente la ventana mejor conservada de todas; en tanto que en las esquinas, como en la cornisa, se sirven de muchos de los sillares que tenían la mejor factura. El resto de las paredes es mampostería sencilla, como la habitual en todo el templo.
Al interior ambas capillas son de techumbre plana, pero arrancan desde el crucero con un arco de medio punto. Las reformas modernas han puesto de manifiesto que bajo la capa de yeso que cubría el arco de la capilla de la Concebida (conocida como de los Rihuete), este es de piedra labrada, aunque con sillares trabajados con menos arte.
En la capilla del lado norte, conocida como de San Pedro o de los Caballero, la ventana, abocinada también, es más estrecha, pero construida igualmente con dovelas reutilizadas de extraordinaria elaboración. Tampoco se puede decir que los sillares puestos en las esquinas fueran los de peor factura.
Sin embargo, llama la atención que esta segunda capilla mantenga al interior los pilares que sujetan el arco con revoque de yeso. Se presume que su construcción debió ser casi simétrica a la del lado sur; sin embargo, las catas hechas recientemente parece que acreditan la ausencia de sillares de piedra. Opino que debería investigarse un poco más, pues, al menos en la cámara de la iglesia, justo sobre este lateral, hay indicios de la existencia de un arco con dovelas también de piedra. Poco cuesta limpiar los revoques y ver qué hay debajo.
Finalmente, me interesa destacar la invocación que se dio a la capilla de la derecha, que se dedicó a la Concebida. Durante siglos hubo una polémica entre los teólogos sobre si el embarazo de María se debió a un acto sexual con José o por obra del Espíritu Santo. Este debate arreció en el S. XIX bajo la presión de sectores importantes del clero y del poder civil que intentaban presionar al Vaticano para que reconociera que la concepción de María fue inmaculada –o sea, sin mácula-; es decir, manteniendo la virginidad. Esta corriente teológica acabó logrando su objetivo con el Papa Pío XI, quien el día 8 de diciembre de 1859 lo reconoció como dogma de fe. Precisamente cuando se debía estar haciendo la ampliación de la iglesia de Masegosa con la incorporación de sus dos capillas laterales.
IV.5.- La portada.
También la puerta de entrada a la iglesia parece de reciente factura. La descripción hecha en el libro titulado Catálogo monumental de la diócesis de Cuenca, que he citado al comienzo de este artículo, dice así: la portada con laterales cerrados, (…), arco de medio punto con dovelas planas y largas, y en la clave escudo puntiagudo cortado con dos cuarteles, las llaves de S. Pedro en uno y puente y dos flores de lis en el otro.
No me extenderé en ello. Solo quiero citar algunos detalles, que hablan por sí solos de su reconstrucción.
Es posible que algunas de las dovelas que forman el arco de medio punto sean originales, pero reutilizadas. Esta afirmación es fácil de corroborar cuando vemos la manera tan irregular en la que están colocados los sillares que conforman las jambas, es decir, las piedras que sujetan en vertical las del arco.
Especialmente es curiosa la jamba del lado derecho de la portada. Comienza con un sillar que tendrá más de un metro de altura, y luego le siguen otros, colocados en desorden: por encima, uno estrecho, que se complementa al lado con otro que, curiosamente, tiene abierto un agujero perfectamente redondeado, lo que indica que debió servir antes para sustentar o bien el quicio de una puerta, o bien el eje de una campana. Y encima de estos, otro sillar largo, tal vez original de la portada, que en su extremo izquierdo tiene perfectamente labrada la Cruz de la Orden de Malta.
Sobre el simbolismo de esta cruz, hablaremos más adelante.
En la piedra clave de la portada hay un escudo que, según hemos citado antes, el Catálogo monumental de la diócesis de Cuenca lo describe así: escudo puntiagudo cortado con dos cuarteles, las llaves de S. Pedro en uno y puente y dos flores de lis en el otro. Desconozco su significado, pero me inclino a pensar que no tiene nada que ver con Masegosa y que es una reutilización traída de algún otro lugar.
IV.6.- El pórtico.
El pórtico (o porche) de la iglesia de Masegosa también es curioso, y también habla de la rehabilitación hecha tal vez con la reforma de 1866. En él resalta, en primer lugar, que tenga tres pilares en lugar de dos. Como decía José Antonio Belinchón en el artículo ya citado, que publicó en el número 7 de Mansiegona, “resulta extraño colocar una columna justo delante de un acceso a un templo: para la circulación de los fieles no supondría un problema, pero para la circulación de los fieles portando imágenes en andas no es lo más práctico, pues dificulta el tránsito. En una portada de dimensiones tan reducidas bastarían dos pilares para sustentar la cubierta”. Pocas o ninguna son las iglesias similares que para un porche tan pequeño tengan un pilar en el centro.
A vista de un simple observador se puede comprobar cómo cada una de las tres columnas de piedra cilíndrica que sujetan el porche están compuestas de varios tambores, o sea, partes de esa columna, que no siguen las proporciones de los de más abajo, lo que habla, una vez más, de la torpeza de los reconstructores. Seguimos estando, según creo, en la rehabilitación de 1866.
Y aquí debemos señalar que en las tres columnas hay tambores que reproducen, a una altura aproximada de dos metros, una cruz similar a la que ya hemos visto también en un sillar de la portada. Considerando que hablamos de reutilización de elementos constructivos con anterior ubicación, es preciso resaltar la reiteración de ese emblema porque alguien, en algún momento, quiso dejar clara la marca. Y es más interesante si decimos que en la comarca no conocemos señas similares.
Sin embargo, estas columnas, o las partes que las forman, tan toscamente labradas y con tanto desgaste producido en su piedra caliza por el efecto de los elementos, hablan también de siglos de supervivencia. ¿Dónde estarían antes? ¿Y donde antes de antes? Son preguntas para las que no conozco respuesta. Hasta que alguien mejore lo que sigue, avanzo algunas hipótesis.
1.- Pudieron formar parte de una portada de iglesia románica adornada con dos pilares a los lados. Pero como este no es un estilo decorativo que abunde en las iglesias construidas en el territorio conquense después de la conquista cristiana y posterior repoblación medieval, ni en el de las provincias de evolución histórica similar, como la de Guadalajara, no me parece verosímil.
2.- Pudieron ser también los pilares del arco de triunfo de la anterior iglesia, o de la primera capilla construida luego de la reconquista cristiana. Sin duda, antes de acabar sustentando el actual porche, debieron formar parte de la iglesia y luego se reutilizaron para el uso que ahora tienen. En algún lugar debieron estar y, por su altura y proporciones, presumo que el arco de triunfo fue su sitio anterior. Pero, siendo así, estarían resguardadas de la intemperie y me parecen demasiado viejas para ser originales de estos primeros templos.
En la gran reforma de 1866, hasta incluso sobraron dos tambores, probablemente de remate de pilares, que, como no se supo qué mejor uso darles, se colocaron en la base del porche, separando el espacio entre los tres nuevos pilares. Hasta hace poco, tras las reformas modernas, se han exhibido, sin ningún uso, entre el pórtico y la capilla sur.
3.- Alguien más experto que yo podrá datar la fecha en la que se labraron, pero, hasta que se me contradiga, opino que estos pilares son lo más antiguo que pervive en Masegosa. Y añado que me parece trabajo de pobladores indígenas. (Véase mi artículo Peñas de Lobao, ¿Peñas de Lobetum?, en Mansiegona, número 3).
IV.7.- El atrio.
Frente a la fachada sur, la principal, que da acceso al templo, hay una plazoleta plana -a pesar de la inclinación natural del terreno- sustentada por un muro de mampostería. Aquí debió estar el cementerio primitivo, que se sustituiría por el que hay en la parte posterior, seguramente también construido con la reforma de 1866.
Algunos pueblos de nuestra comarca aún conservan el atrio como espacio cerrado. Cañizares o Peralejos, entre tantos otros, son ejemplos de lo que digo. Otros pueblos incluso mantienen aún el cementerio en este lugar: Torrecilla es un ejemplo de ello (ver imagen 72).
El viejo olmo del Concejo, muerto ya hace varios lustros por el efecto de la grafiosis, debió plantarse con ocasión de la reforma a la que nos venimos refiriendo. Y con la sustancia orgánica que tendría el subsuelo se convirtió en el gran árbol que conocimos. Emilio Guadalajara nos ilustra sobre la función del árbol del concejo en Mansiegona, núm. 6, de 2011, bajo el título El olmo del concejo.
IV.8.- La torre de las campanas.
Si observamos los campanarios de las iglesias de la comarca más inmediata, vemos que hay alternancia entre espadañas y torres. Por citar solo unos ejemplos, sabemos que hay torres de campanas en Lagunaseca, Santa María del Val, Valsalobre, Beteta, Cañizares, Cañamares o Peralejos de las Truchas. Y que hay espadañas en La Cueva del Hierro, El Tobar, Valtablado (en ruinas), Poyatos, Tragacete, La Frontera, y en todo El Campichuelo.
Partimos de la idea de que antes fue la espadaña que la torre. Sobre las primitivas iglesias de lo que los historiadores llaman “de la repoblación” hay interesantes publicaciones referidas a las de El Campichuelo: han sufrido menos reformas que las de la Sierra y prácticamente todas mantienen la primitiva estructura románica con campanas sobre espadaña.
En el territorio que conformó el señorío feudal de Beteta vemos que entre sus aldeas –y excluimos la villa porque alguno de sus señores, para dejar su impronta y también con el propósito de redimir sus pecados, construyó un templo de nueva planta con arquitectura de gótico tardío-, se alternan las espadañas y las torres. El Tobar, La Cueva y Valtablado, probablemente por tener un término municipal más menguado y más pobre, mantuvieron la espadaña, aunque reformada; Masegosa, Lagunaseca, Santa María del Val y Valsalobre, con mayor y más rico patrimonio territorial transformaron la espadaña en torre. Esto debió suceder después de que las aldeas de Beteta se convirtieran en municipios constitucionales.
Para el caso del templo de Masegosa opino que la espadaña se cambió por torre precisamente en esa rehabilitación que anuncia la lápida puesta en el lateral sur del campanario y que cita el año de 1866.
Lo primero que debe decirse del campanario de la iglesia de Santa Ana, de Masegosa, es que, además de desmontar la espadaña, debió construirse ampliando la nave central por el oeste: o sea, que la superficie ocupada ahora por la torre no formaba parte de la edificación anterior. Dos indicios, al menos, vienen a confirmar este criterio: el primero, que la torre rompe la alineación de la calle Santa Ana, que sube paralela entre el atrio, a la derecha, y la casa que fue del tío Gabino Caballero –hoy de su hijo Gerardo-, a la izquierda, cerrándola por completo; y el otro, una alineación de sillares mantenidos en la fachada norte, de los que hemos hablado antes como restos de una posible cornisa sobre la que se recreció la pared, que concluyen precisamente en el punto en donde debía acabar la espadaña. (Ver la imagen núm. 36)
Y lo segundo, que la anterior espadaña debió estar construida con sillares bien trabajados y que, una vez desmontada, se repartieron discrecionalmente por los lugares que los nuevos constructores consideraron más conveniente. De ahí la distribución caótica que aquellos tienen en el edificio. En las iglesias mejor conservadas que mantienen la espadaña, toda o casi toda está fabricada en piedra labrada.
IV.9.- La ampliación del templo.
De lo dicho hasta ahora, deduzco que la iglesia de Masegosa debió ser ampliada con la reforma de 1866 en los siguientes elementos:
1.- La torre de las campanas.
2.- Las capillas laterales que le dan forma de cruz latina.
3.- La cabecera, o ábside, debió cambiar desde una forma plana a otra triangular.
4.- Desconocemos si la anterior sacristía estaría en su ubicación actual o en la que ocupa la capilla de La Concebida. En el segundo supuesto se cambiaría de sitio. Pero, para dar uso al extremo izquierdo de la fachada este e igualar su alineación, se construyó un recinto entre el presbiterio y la capilla de San Pedro: lo que hoy se utiliza de almacén.
Y hay un dato último que no se ha citado hasta ahora, pero que da que pensar. En la fachada norte, a unos dos metros al oeste de la capilla de San Pedro –vulgo, de los Caballero- se ve un machón de piedra bien labrada, ahora alineada con la pared y rota por el ventanal abierto debajo, pero que antes debió formar esquina de algo. ¿Qué sería ello?
Me inclino a pensar que aquí debió haber un contrafuerte, al estilo de los que se utilizaron en las iglesias románicas. Pueden servir de ejemplo los dos que conserva la iglesia de La Cueva del Hierro. De ser así, en esta reconstrucción de 1866 también se ensancharían los laterales norte y sur en, aproximadamente, un metro por cada lado. Y se justifica esta ampliación considerando que con los nuevos pilares hechos al interior para sujetar la bóveda, el peso que debían soportar las paredes exteriores no necesitaban de esos contrafuertes.
V.- LA REFORMA DE 1644
De todo lo dicho en el capítulo anterior debemos deducir varias cosas, que resumo por ya dichas:
1.- En la reforma de 1866 se debió rehabilitar, o casi reconstruir, la mayor parte de la iglesia.
2.- Se desmontaría la espadaña preexistente para construir la torre de las campanas y el espacio que esta ocupa sería ampliación del templo.
3.- Se reutilizaron materiales del edificio anterior, colocados según las necesidades de los albañiles, pero sin demasiado respeto a su ubicación previa.
4.- El cementerio, que estaría en el atrio, pasó al lado norte.
5.- La iglesia tendría una sola nave, orientada de este a oeste, sin las capillas actuales que le dan forma de cruz latina.
6.- La techumbre debía ser plana y recubierta de madera: tal vez con artesonado como el que se conserva en el presbiterio de Lagunaseca.
7.- Ni la portada actual era la misma, ni los fustes que sustentan el atrio estarían ahí.
8.- Había ventanas, las que hoy iluminan la cámara, que alumbraban el templo.
9.- Hay tres sillares con inscripciones puestos bocabajo.
10.- Uno de esos sillares tiene inscrita la fecha de 1644.
Pues bien, parto de esta última referencia, la de la piedra invertida que cita el año de 1644. (Ver imagen número 27) Entre 1866, que se data en el campanario, y 1644 no hay testimonios de reformas intermedias: sin duda que no faltarían, pero quizá no fueron importantes y por eso no se dejó señal.
V.1.- La razón de la reforma de 1866.
Las iglesias fueron hasta hace no tanto el único edificio comunitario de los pequeños núcleos de población. En su pórtico, cuando lo había, en su atrio con buen tiempo, y en su interior cuando el frío lo exigía, se celebraban las reuniones del concejo. Recordemos esos viejos bandos que se convocaban “a campana tañida”.
Si no había un señor poderoso –civil o clérigo- que tomaba a su cargo las obras del templo, eran los vecinos quienes con peonadas, con impuestos o con ambas cosas a la vez, contribuían a los gastos de conservación de ese único edificio público. Y cuanto más resaltara la iglesia, más importante se sentía el pueblo.
Hecho el anterior preámbulo, se entenderá mejor que cuando Masegosa se libró de la dependencia de la villa señorial de Beteta en 1850, sus vecinos y regidores hicieran lo posible por mejorar la imagen de su único edificio público: la iglesia. Otra cosa es que los albañiles reformadores supieran de arte arquitectónico y que estuvieran a la altura del encargo que recibieron.
Aunque no sabemos demasiado sobre la repercusión de las guerras carlistas en nuestra tierra, sí podemos afirmar que la comarca de Beteta las sufrió y mucho. Sobre esto, en la revista Mansiegona hemos publicado tres artículos: en su número 3, uno de Carlos Solano Oropesa titulado Las guerras carlistas en tierra de Beteta; en el número 5 de la misma revista, otro de Jorge Garrosa Mayordomo titulado 1839-1840:Primera guerra carlista en la Sierra de Cuenca; y en el siguiente, el número 6, también Jorge Garrosa insiste en el tema, aunque aquí divulgando lo que Pío Baroja escribió sobre personajes locales de la primera guerra carlista, y que le puso por título La rubia de Masegosa (entre la ficción y la realidad).
De lo dicho por nuestros colaboradores ya sabemos lo suficiente, sin tener que buscar más, para conocer dos cosas: una, que en la primera guerra carlista el castillo de Beteta, más el de Cañete, fueron enclaves militares de los carlistas para defender sus posiciones en la línea de Aragón y Valencia; y dos, que el punto más frágil del castillo de Beteta era el situado en su parte sur, a la que se accede casi a pie llano desde Masegosa. Y si, además, las tropas liberales que les hostigaban estaban entre Tragacete y Peralejos, no cabe duda que la iglesia de Masegosa haría de cuartel, primero de unos y luego de otros. Nada nuevo bajo el sol: lo mismo pasó, como ya hemos comentado, en la última guerra civil, la de 1936.
El argumento anterior no tiene base documentada, pero es fácilmente deducible que, bien para unos o bien para los otros, no había fortificación más adecuada en el pueblo para prevenir ataques, o para prepararlos, contra la fortaleza carlista del castillo de Beteta. En esos años, hacia 1840, los dos bandos se reconocían católicos, razón por la que sobrevivieron los retablos renacentistas preexistentes, pero tal vez –y digo tal vez porque sigo con la hipótesis- la estructura del edificio de la iglesia sí pudo sufrir daños.
El caso es que, por abandono anterior, por daños en la primera guerra carlista o por orgullo de estrenar Ayuntamiento, la iglesia se hizo casi nueva. Y, ¿qué queda de la anterior?
V.2.- El arco de triunfo y el presbiterio.
Entre la nave central y el presbiterio suele haber en todas las iglesias un arco que se llama de triunfo. La idea viene de la cultura romana, pero el estilo románico, que el cristianismo imitó en toda Europa a partir del S. X, la tomó prestada.
El arco de triunfo de la iglesia de Masegosa no es original del estilo románico, si no, tal como dicen los expertos, gótico-isabelino. Para nuestra zona, SS. XVI y XVII. Del mismo estilo es la iglesia de Beteta, aunque de mayor valor arquitectónico. En sus iglesias también tienen arcos de triunfo parecidos otros pueblos aledaños. En La Cueva de Hierro hay uno similar.
Esto significa que al menos el presbiterio fue reformado hacia la época que indica esa piedra inclinada que ya hemos citado varias veces y que pone “1644”.
Si el arco de triunfo actual se colocó en 1644, o antes, como se deduce de su austera decoración renacentista, perfectamente visible en los capiteles, tenemos que deducir que también se desmontaría la techumbre del testero o presbiterio, lugar en el que se coloca el altar mayor y el sacerdote (o presbítero) celebra la misa.
En las iglesias medievales, de estilo románico, el arco de triunfo también era un elemento arquitectónico habitual, luego, con anterioridad al que hoy conocemos debió haber otro que se desmontaría; o quizá, si partimos de que el techo de la iglesia fuera plano y recubierto de madera, la separación entre la nave –espacio dedicado a los fieles- y el presbiterio estaría separado únicamente por dos grandes pilares: uno a cada lado. Esto podría explicar el uso anterior de los fustes, mal colocados y, desde luego, reutilizados, que hoy vemos en el pórtico. Si sumamos la altura de todos ellos y la repartimos en dos tramos, probablemente coincida con la altura original de la iglesia antes de la reforma del S. XVII. (Ver imágenes 46, 47 y 48).
El presbiterio actual está formado de tres paredes: una perpendicular en el centro y dos simétricas haciendo ángulo en el centro. También esto debió ser una innovación de esta reforma que comentamos. Me inclino a pensar que, al igual que sucede en El Tobar, Cueva del Hierro o Valtablado, el testero estaría cerrado por una sola pared que haría un rectángulo con el resto de la iglesia.
Además, coincidiendo con que aquellos tiempos también debieron ser de riqueza ganadera y aumento de población, opino que se recreció la iglesia precisamente por su lado este, el del presbiterio o testero del que vengo hablando. De ser esto como digo, antes de esta reforma que suponemos por la piedra tallada con la fecha de 1644, la iglesia anterior acabaría aproximadamente en donde está hoy el arco de triunfo; y la sacristía en donde hoy está la capilla de los Rihuete. Recordemos que hasta entonces la población de Masegosa no llegaría a los 200 habitantes.
V.3.- Los ventanales.
Conserva la iglesia actual cinco ventanales que probablemente fueron originales de la reforma del S. XVII. Hemos dicho más atrás que dos de ellos están fuera de contextos, porque, con la supresión del techo de madera y su sustitución por las bóvedas que ahora recubren la iglesia, dejaron de iluminar el templo y han quedados relegados a la cámara. Por eso, casi debajo de ellos se abrieron otros dos huecos, igual de prácticos, pero menos elaborados.
Hubo un tercero, similar a los anteriores, que cumpliría la misma función, pero que con la ampliación de la iglesia, en la reforma de 1866, se recolocó en la capilla de la Concebida –hoy más conocida como de los Rihuete-.
Las tres tienen indicios de que algunos de sus elementos fueron dañados y, como consecuencia, que todo se reutilizó de la mejor manera que supieron y pudieron los reconstructores de 1866. Pero las tres son idénticas en su forma: más altas que anchas y abocinadas.
Si estos tres ventanales de la facha principal, la sur, parece que siempre estuvieron en esa pared, quedan otras dos que ofrecen más dudas. Una es la que ilumina ahora el presbiterio desde su ángulo sureste, también abocinada, pero en este caso ovalada. La otra, la que se reutilizó en la capilla norte, de San Pedro –vulgo, de los Caballero-, tiene forma abocinada y rectangular también, pero en este caso mucho más estrecha en su ancho. Sin duda, ninguna de las dos se colocó originalmente en donde están ahora. Y la duda es en donde las pondrían los constructores de 1644.
Por los testimonios que conocemos de otras iglesias aledañas, me inclino a pensar que la ventana grande, la ovalada, estuvo a los pies de la iglesia y la estrecha en el centro del testero, o sea, de la cabecera.
Con reformas posteriores, la iglesia de Lagunaseca (1754), la ermita de La Frontera (1782) o la iglesia de Cañamares, tienen un ventanal parecido, solo que evolucionado en forma de cruz, en los pies de la nave.
V.4.- La cruz de Malta.
En el pilar izquierdo y en el pilar central del pórtico de la iglesia está labrada la cruz de Malta. También, como hemos dicho más atrás, se reproduce esa misma cruz en un sillar situado en el lado derecho de la portada de la iglesia. (Ver imágenes 46 y 48). Seguramente las tres grabaciones son contemporáneas, pero no sé explicar qué pintan en esta iglesia. Y tampoco conozco reproducciones en otras de la comarca, lo que incrementa la duda.
Describiré sucintamente su simbolismo: Fue una orden militar creada en los tiempos de las Cruzadas con el nombre de Orden de San Juan de Jerusalén. Se llamó también de Malta cuando en el S. XVI, Carlos V le dio en feudo esta isla.
VI.- ARTE RENACENTISTA DEL S. XVI
De la segunda mitad del siglo XVI también sabemos dos cosas seguras sobre obras de culto encargadas a los mejores artesanos que entonces trabajaban en la ciudad de Cuenca: la una fue la cruz procesional, que aún se conserva, de Francisco Becerril; y la otra, un retablo del entallador Miguel Hernández y el pintor Bernardo de Oviedo, que se quemó en 1936.
De estos dos temas, la revista Mansiegona ha publicado dos reportajes: En el número 2, Carlos Solano Oropesa escribió un artículo que se titulaba Los retablos de Masegosa y Lagunaseca. Y en el número 6, Amelia López-Yarto Elizalde nos ilustró con otro titulado La Cruz Procesional de Masegosa, obra de Francisco Becerril. Invitamos a leerlas por su interés y, además, para no tener que reiterar aquí lo que ya está escrito.
Tal vez porque, justo en los primeros lustros en que gobernaba España el rey Felipe II, la lana de los cientos de miles de ovejas merinas que pastaban en nuestra Sierra se cotizaba a buen precio, Masegosa, Lagunaseca y otros muchos pueblos serranos, se pudieron permitir encargar trabajos de orfebrería, de madera o de pintura a los artistas más afamados de Cuenca. Y debemos añadir que en esos años la ciudad de Cuenca estaba entre las más dinámicas de Castilla.
VII.- ¿Y CÓMO SERÍA LA IGLESIA PRIMITIVA?
Pocos o ninguno son los datos ciertos que podemos presentar sobre la primera iglesia que se construyera en Masegosa –y de sus sucesivas reformas- desde los tiempos de la conquista cristiana en el S. XII hasta la época del Renacimiento, que hemos referido antes. Luego, todo lo que digamos serán hipótesis hechas por similitud a otras edificaciones próximas que conservan mejor su estructura arcaica y por lo que sabemos de la evolución de la arquitectura de la reconquista.
Es preciso hacer antes una breve reseña histórica.
Para no hacer más pesado este artículo, necesito referirme a dos escritos que tengo publicados sobre la historia de nuestra comarca en esos años de transición entre la dominación árabe y la conquista –o reconquista- por los reinos cristianos. El primero está publicado en el blog El desván de mis libros, de Albalate de las Nogueras, bajo el título Los Casares de García Ramírez: una hipótesis sobre su ubicación. El segundo, publicado en la web de la Revista Mansiegona[, titulado Apuntes para una revisión crítica de la historia de la villa de Beteta.
En esas dos colaboraciones cito un documento –el primero que se conoce sobre Beteta y sus aldeas-, del año 1166, en que el rey Alfonso VIII cede al obispo de Sigüenza la villa que llaman Beteta, juntamente con todas sus pertenencias, a saber, con sus pastos y montes, salinas, pesquerías, con todos los villares cercanos, y con sus entradas y salidas, para tener a perpetuidad. Esto quiere decir que al menos once años antes de que se conquistara la ciudad de Cuenca (en 1977), desde Molina y Sigüenza ya se había tomado esta parte de la Sierra de Cuenca.
Entre esos villares cercanos a Beteta, de los que habla el diploma de 1166, suponemos que ya se encontrarían los núcleos que históricamente formaron sus aldeas: El Tobar, Santa María del Val, Lagunaseca, La Cueva del Hierro, Valtablado y Valsalobre. También existirían Los Casares de García Ramírez –luego Pinilla- y, menos probable, Los Villares, El Villarejo y Durón.
No sabemos si habría mucho o poco movimiento de población con ocasión de la conquista. He defendido en los artículos anteriormente citados que, al menos en esta comarca de la tierra de Beteta, no consta que hubiera beligerancia ninguna y que su ocupación debió ocurrir como consecuencia de la toma de Sigüenza y otros enclaves de la tierra de la actual Guadalajara al otro lado del Tajo, bajo la presión de los ejércitos acaudillados por los Lara, señores de Molina. Quienes sí cambiarían serían los jefes locales, que se sustituirían por otros gobernantes de la confianza de los nuevos ocupantes y, probablemente, venidos de fuera. Y con ellos cambiarían también los símbolos de identidad religiosa, que era la ideología bajo cuyo paraguas se combatía.
Si hubo lugares de culto musulmán, que los habría, estos debieron ser los primeros elementos simbólicos a destruir o, al menos, a transformar. No pasarían muchos años en cambiar las antiguas mezquitas en iglesias; iglesias humildes, sin duda, pero cristianas.
En toda la Sierra de Cuenca apenas quedan restos de estas primitivas ermitas. Y, de hecho, tampoco hay estudio ninguno, que yo conozca, de esos primeros templos de la reconquista. Algo que no sucede con los de El Campichuelo, comarca tan próxima a la nuestra, en donde las iglesias actuales están mejor estudiadas y a las que se les identifica como originarias de los tiempos de la repoblación del alfoz de Cuenca.
Los historiadores actuales, aunque no con muchos datos rigurosos, vienen a establecen en el pueblo de La Frontera lo que fue la frontera entre la Sierra de Cuenca y los dominios alcarreños de la Cuenca musulmana. Sea como fuere, es casi seguro que en todas las aldeas del Campichuelo y de la Alcarria, hasta Huete, una vez ganado el enclave de Cuenca, se construyeron iglesias antes de acabar el S. XII. Y su estilo constructivo fue el que los expertos llaman románico tardío o románico rural de la repoblación. Ese estilo vendría de la mano de los nuevos constructores llegados de territorios en donde antes ya estaba asentado el poder cristiano: Soria, Burgos, la Rioja, e incluso Guadalajara.
En nuestro país serrano debió pasar otro tanto de lo mismo, solo que con una década de anticipación. Pero, mientras que con el paso de los siglos la Sierra de Cuenca recuperó el valor económico que le daban sus frescos pastos de verano, cuando producía más la ganadería que la agricultura, las aldeas del Campichuelo no tuvieron el mismo potencial económico para crecer en población, y sus concejos menos aún para acometer reformas importantes de sus iglesias, en tanto que los de la Sierra las fueron ampliando y transformando. Otra cosa es si estas reformas mejoraron o empeoraron los estilos constructivos. De ahí que en la Sierra lo que queda son iglesias ampliadas pero con estilos difuminados.
Puesto que estamos intentando averiguar cuál sería la iglesia primitiva de Masegosa, debo decir que no me cabe duda que fue también una humilde ermita de estilo románico tardío, lo mismo que las de la misma época histórica del último tercio del S. XII en los pequeños núcleos rurales de Cuenca y Guadalajara.
¿Y cómo de humilde? Aunque pocos, hay algún ejemplo.
El despoblado de Pinilla –próximo a Fuente Pinilla, donde nace el río Guadiela- debió ser coetáneo a las aldeas citadas de tierra de Beteta durante los tiempos de la reconquista y subsiguiente repoblación. Aunque no desapareciera del todo, desde finales del S. XVI va perdiendo referencias como aldea. No obstante, su iglesia perduró como ermita hasta mediados del siglo XX. Hoy es conocida por la invocación de su santo patrón: la ermita de San Antón.
Aunque a la ermita de S. Antón le falta el tejado, la portada y casi todos sus sillares, aún quedan paredes que informan de su estructura: altura, ventanales y, sobre todo, dimensiones.
El despoblado de Durón, en el límite actual entre el término municipal de Masegosa y Sierra de Cuenca, también debió perder su singularidad como aldea en el S. XVI. Algunas familias aguantarían en el lugar cultivando sus tierras y alimentando sus ganados, pero ya como caseríos, masías, alquerías o como se les quiera llamar.
En sus inmediaciones aún la toponimia popular identifica otro paraje, a unos mil metros de distancia hacia el este, que se llama El Rincón de la Casa. Por cierto, y por lo que me afecta, si se recuerda a las familias que labraban El Rincón, casi todas tenían el ascendente del apellido Esteban. Quizá no ande muy lejos de ese lugar el origen de mi familia paterna.
También Durón tuvo su lugar de culto, la ermita de Santa María Magdalena, que aparece documentada por última vez en el denominado Mapa Geográfico del Señorío de Molina, elaborado por Tomás López en 1786.
Ahora no es posible medir sus dimensiones, al contrario de la de San Antón, porque su piedra fue reutilizada para edificar las muchas tinadas de sus inmediaciones, y el solar está cubierto por una gran sabina rastrera (o chaparra). Se explica la fertilidad de este arbusto si añadimos que durante mucho tiempo fue encerradero de ganado: los más mayores de Masegosa la reconocen como El Corral de la Ermita.
No obstante, su estructura y dimensiones debieron ser similares a los de San Antón, de Pinilla.
Para ampliar datos sobre Pinilla y Durón remito a mi artículo Los despoblados de Pinilla y Durón, publicado en la revista Mansiegona, núm. 2, de 2007.
Aunque no estoy seguro de que sus restos actuales fueran los originales, también me parece un buen referente de iglesias medievales lo que queda de la antigua ermita de la Virgen de la Rosa en Beteta. La construcción del santuario actual está hecha colindando con la anterior, de la que quedan restos perfectamente identificables en su lateral sur.
De todo lo anteriormente dicho se pueden deducir varias conclusiones sobre la primitiva iglesia –o ermita- de Masegosa:
1.- Antes de la ocupación cristiana de la villa de Beteta y sus aldeas, en 1166, había alguna clase de poblamiento en Masegosa, y, puesto que sus jefes políticos eran moros, pudo haber un lugar de culto musulmán.
2.- La actual provincia de Cuenca, más otros países de la Hispania interior, fue ocupada por bereberes, pastores del norte de África. Eran unos pocos miles. No creo que tuvieran interés especial en colonizar territorios tan inhóspitos como los de las cumbres de la Sierra de Cuenca. Aunque políticamente dominaran el territorio, es probable que no pudieran expulsar a la mayoría de los habitantes autóctonos y suplantar por completo la anterior religión visigoda. Es decir, que en nuestro país sobrevivirían los llamados mozárabes: cristianos que mantenían sus cultos en territorio dominado por musulmanes.
O sea, que pudo haber lugar de culto musulmán, o no; y que también pudo supervivir el culto cristiano de los mozárabes.
3.- La seña de identidad ideológica de los reconquistadores era la religión. Y como primera medida diferenciadora comenzaron construyeron iglesias pocos años después de ocupado el territorio, o transformando las mezquitas, si las había. Sin duda, en Beteta y sus villares sucedió lo mismo.
Antes de acabar el S. XII toda la tierra de Beteta tuvo sus pequeños templos.
4.- Las iglesias (o ermitas) fueron el elemento arquitectónico más importante de cada núcleo de población: donde un señor poderoso quería dar fama a sus dominios, levantaba una iglesia ostentosa; y donde eran los aldeanos quienes la debían construir a su costa, edificaban recintos más humildes. En nuestra tierra, desconociendo si en la villa de Beteta pudo haber una primitiva iglesia mejor, es seguro que en las aldeas circundantes se conformaron con pequeños templos.
5.- El estilo arquitectónico de las primeras iglesias de nuestra tierra es, sin duda, similar al que se conserva en el Campichuelo: románico tardío de repoblación.
6.- Con el paso de los siglos, los pueblos de la Sierra de Cuenca ganaron en población y también en capacidad económica, lo que les permitió ampliar sus humildes iglesias, reconstruyéndolas casi siempre sobre las ruinas de las anteriores.
7.- En lo que se refiere a Masegosa, apenas quedan indicios del templo primitivo, que, sin duda fue mucho más reducido, aunque situado en el mismo lugar. Tal vez de él, o de alguna reforma medieval posterior, podemos destacar algunos restos:
- Los pilares que irregularmente que sujetan ahora el atrio.
- Los sillares que irregularmente se distribuyen por toda la fachada de la iglesia.
- Los canecillos (o modillones) recolocados en el campanario y otros lugares. Recordemos que con este nombre se denomina en la arquitectura románica a las piedras labradas que sirven de base al alero del tejado.
- La inscripción latina que sobrevive en un hueco del campanario.
8.- En las reformas recientes han aparecido restos de enterramientos dentro de la iglesia. Si los presupuestos y la curiosidad hubieran dado para más, quizá se habrían localizado cimientos de anteriores construcciones. Solo escavando dentro del recinto se sabrá algún día quien empezó a edificar ahí y cuando.