Intentos de hacer navegables el Tajo y el Guadiela

Intentos de hacer navegables el Tajo y el Guadiela

Joaquín Esteban Cava
Hasta la llegada del ferrocarril, a mediados del S. XIX, y el posterior invento y generalización de los vehículos automóviles, la península ibérica siempre tuvo una mala red de comunicaciones por tierra. Únicamente las vías de uso militar, basadas mayoritariamente en las antiguas calzadas romanas, fueron objeto del interés de los gobernantes. Además, los concejos municipales y las aldeas crearon y mantuvieron otros caminos para uso peatonal y de animales de carga que les eran imprescindibles. Algunos de aquellos caminos y senderos ahora, con los nuevos medios de transporte, están desapareciendo.
Tal vez, al menos entre el S. XIII y el XIX, la red más extensa, valorada y conservada fue la compuesta por las cañadas reales, veredas y cordeles, por donde se movían los millones de ovejas que anualmente practicaban la trashumancia. De su protección se ocupaba el poderoso sindicato de pastores conocido como La Mesta.
La otra red importante de transporte, en la España interior, fueron los ríos. Hasta la primera mitad del S. XX, cuando, al menos en nuestras sierras, se empezaron a abrir carriles que permitieron la entrada de camiones hasta los puntos de carga de los montes, por los ríos bajaban cada año cientos de miles de troncos de madera, o almadías cargadas de tablones, leña o carbón. De este sistema de comunicación quiero ocuparme en el presente reportaje. Y especialmente sobre lo referido a los ríos de la cuenca alta del Tajo.
Si tomamos precisamente el Tajo como referencia, sabemos que las grandes maderadas, normalmente una por cada gran propietario o comprador, comenzaban en el tramo más alto del río en pleno invierno, aprovechando el incremento del caudal, y concluían en Aranjuez o Toledo una vez entrado el verano. Durante esos meses, los trabajos de los gancheros eran muy esforzados, sobre todo hasta llegar a la desembocadura del Guadiela en Tajo, por Bolarque, debido a la escasez de caudal y, sobre todo, a las dificultades orográficas del cauce.
En muchos tramos, especialmente en la Sierra de Cuenca, de donde parten estos ríos, para que flotaran era preciso remansar el agua con presas provisionales hechas con la propia madera y ramas de los montes colindantes para tapar los huecos, construir canales de la misma forma con el objeto de achatar el cauce, salvar el obstáculo de los numerosos tormos caídos al río, salvar desniveles, desbrozar, etc[1]. Luego, pasada la mayor parte de la carga, se desmontaban las obras realizadas y los troncos utilizados, uno a uno, se iban incorporando a la masa que flotaba más adelante. La maderada que viniera detrás debía recomenzar la ejecución de los mismos trabajos: Tejer y destejer, como Penélope en La Odisea, de Homero.


[1] Sobre este mismo tema publicamos en el número 7 de esta misma revista un artículo llamado Las maderadas en la cabecera del Tajo (pags. 36 a 39), escrito por Maximiliano Cava.

Madrid, puerto seco.

Los primeros intentos serios para hacer navegable el río Tajo surgieron con Felipe II, cuando en su imperio no se ponía el sol y además Portugal se había incorporado a la corona en 1580. Madrid, que también con este rey se había convertido en capital permanente de España en 1561, era la única capital de los reinos europeos importantes que no tenía puerto ni salida navegable al mar. Tres años después de la anexión de Portugal se contrató al ingeniero italiano Juan Bautista Antonelli para que proyectase la navegación de Madrid con Lisboa. Inmediatamente se abrió el tramo entre Alcántara y Lisboa. Hacia 1588 ya era posible la navegación desde Toledo hasta el Océano Atlántico.
Para convertir a Madrid en un puerto interior, la obra de mayor envergadura consistía en canalizar el poco caudaloso río Manzanares hasta su confluencia con el Jarama, a la altura de Vacíamadrid; luego, ya con más caudal, continuar las reformas precisas hasta la desembocadura del Jarama en el Tajo, pasado Aranjuez; y finalmente arreglar el cauce del Tajo hasta Toledo, y ya seguido llegar al Océano Atlántico. Era ambicioso el proyecto, pero no imposible. Como suele suceder a proyectos de esta catadura, imponderables posteriores hicieron que se quedaran inconclusos.
Las razones del fracaso de este tan temprano, serio e importantísimo proyecto son diversas. Citaremos algunas. Juan Bautista Antonelli, gran impulsor del proyecto, que contaba además con el apoyo entusiasta del rey, murió en 1588, sin tiempo de iniciar los trabajos más complicados de su encargo. Las constantes guerras mantenidas por Felipe II en Europa -contra Francia, Inglaterra, los Países Bajos, el imperio turco, etc.-, tanto para mantener o expandir su imperio, como para defender la contrarreforma católica frente a los reformistas protestantes, llevaron a la bancarrota de 1596. Dos años después murió Felipe II, a quien sucedió un Felipe III pusilánime y gandul, además de arruinado económicamente, que perdió el entusiasmo que su padre puso en muchos proyectos, y entre ellos el de la navegabilidad de los ríos peninsulares. Este rey, cuya afición más importante era la de salir a cazar, cedió el poder a un valido, el Duque de Lerma, quien, a su vez, delegó el gobierno en su propio valido, Rodrigo de Calderón.
Conviene dedicar unas líneas al citado Duque de Lerma, aunque me desvíe un poco del discurso original, porque es un ejemplo de gobernante insensible a los intereses generales de la nación y, tal vez el mayor corrupto y especulador inmobiliario de los tiempos modernos. Durante unos cuantos años se dedicó, más que a gobernar, a comprar inmuebles y solares en la económicamente deprimida ciudad de Valladolid. En 1601 convenció al rey para trasladar la corte de Madrid a Valladolid. Cuando Felipe II, en 1561, estableció la sede fija del gobierno en la ciudad de Madrid, esta tendría unos 20.000 habitantes. A su muerte, la capital habría subido a los 100.000. Con el cambio de sede de la corte a Valladolid, Madrid perdería al menos la mitad de la población, la que ganó Valladolid. El Duque de Lerma llegó a revender propiedades antes compradas por él hasta al propio rey del que era primer ministro: Felipe III. Hecho su negocio, restituyó de nuevo la corte a Madrid en 1606. Con reyes pusilánimes y validos así, el imperio que forjaron los Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II fue poco a poco desmoronándose.
Los cada vez más menguados ingresos del reino se gastaban en guerras interminables para mantener posesiones imperiales que a la España del S. XVII le venían grandes. Además de empobrecer a la población española con los gastos de guerra, no quedaba dinero para invertir en obras públicas, por lo que los viejos proyectos de navegabilidad de los ríos quedaron aparcados.
Es en la segunda mitad del siglo siguiente, el XVIII, cuando toma nuevo impulso la idea. Hasta entonces, los proyectos de navegación del Tajo no habían pasado del intento de hacerlo navegable desde Madrid, por el Manzanares hasta el Jarama, de este hasta el Tajo en Aranjuez y luego seguir río abajo hasta el límite de Portugal. Nadie se había planteado hasta entonces acometer obras de acondicionamiento en la cuenca alta del Tajo, por donde bajaba desde tiempos prehistóricos una madera (más otras materias primas), tan necesaria para infinidad de usos.

El Proyecto para la navegación de los ríos Tajo, Guadiela, Manzanares y Jarama, de 1756.

Malos debieron ser para Madrid los años 1752, 1753 y 1754, para que su Alcalde, Don Carlos de Simón Pontero, reivindicase con vehemencia la necesidad de acometer la navegabilidad del Tajo y el Guadiela desde sus mismas fuentes. En esos años en concreto, la capital del reino tuvo que tomar medidas extraordinarias porque le faltaron productos tan imprescindibles como el carbón, la leña, la madera en general, los cereales y otros muchos frutos. Este alcalde comprendió entonces que la mayor parte de los bienes que consumía Madrid venían de los territorios situados río arriba: en las Alcarrias y en las sierras de Cuenca y Guadalajara. Estamos en los tiempos de los intelectuales ilustrados que entendieron, aunque no siempre pudieron, que había que sacar a España del rancio y secular conservadurismos.
El Alcalde de la Casa y Corte de Madrid, Simón Pontero, entendió que estaban esquilmados casi todos los recursos naturales existentes a varias leguas a la redonda de la capital y que su abastecimiento encarecía tanto el precio final, luego de tan largos y costosos portes, que peligraba incluso la supervivencia de la corte en esa ciudad. En un memorándum presentado al rey Fernando VI en 1576, el señor Pontero ofrece un dato que presentamos como ejemplo. Pasan de 200.000 bueyes los que se ocupan en acarreos para la Corte y estas provincias… Más de 30.000 hombres arrastra de sus casas este tráfico (…), con la pena de traer los carreteros y arrieros ocupaba una tercera parte del carguío para su alimento, por no perecer en los tránsitos. La población de Madrid no llegaría a los 200.000 habitantes en esos años, luego, según estos datos, el suministro de los bienes de consumo necesitaría el empleo de al menos un animal de tiro por habitante y un arriero por cada seis. Y los transportistas, además, para alimentar a las caballerías en el largo camino, desperdiciaban un tercio de su capacidad de carga. Esto, sin contar con el deterioro del producto hasta llegar al destino: pensemos en el carbón, la teja, el ladrillo o el vidrio.
Con este panorama, Don Carlos de Simón Pontero, en 1755 encargó a José Briz, arquitecto, y Pedro Simón Gil, que reconocieran y delinearan los ríos Tajo y Guadiela desde su nacimiento hasta Talavera. Estos comisionados realizaron su trabajo en seis meses, del que surgió el Proyecto para la navegación de los ríos Tajo, Guadiela Manzanares y Xarama, que el citado Fernando VI aprobó en julio de 1756. El proyecto constaba de cinco etapas. La primera iría desde el real sitio del Pardo, canalizando las aguas del Manzanares, hasta Vacíamadrid, donde unidas al Jarama llegarían al Tajo en Aranjuez. La segunda fase subiría desde Aranjuez, ya por el Tajo, hasta Bolarque, lugar del término actual de Almonacid de Zurita donde se unen Tajo y Guadiela, y en cuya presa comienza el actual trasvase del Tajo al Segura. La tercera fase bajaba de Aranjuez a Talavera. La cuarta subiría, por el Tajo, desde Bolarque a Valdeminguete, a tres leguas del nacimiento del río. Y la quinta, también desde Bolarque, hasta el nacimiento del Guadiela en la Fuentes de Pinilla.
Para el ámbito de difusión de esta revista, Mansiegona, interesa destacar las dos etapas últimas: de Bolarque a las fuentes de Tajo y Guadiela. En realidad, aunque fueran las últimas en prioridad, eran también las que más recursos podrían acercar a Madrid, Toledo, Talavera, etc., por la simple flotación del agua. En capítulo aparte relacionaremos algunos de los recursos que ya antes llegaban de sus valles y que llegarían más rápidos y baratos acondicionando sus cauces.
Veamos algunos argumentos utilizados en el proyecto citado sobre estas dos últimas fases:

- …son tan sencillas las obras como que consisten principalmente en desembarazarle de las muchas piedras caídas de las montañas (…) y que si fuera necesario, pudiera aumentarse una tercera parte de agua[2].

 - Las maderas que baxan hasta Aranjuez y Toledo hacen su viaje en verano. (…) navegan pinos de 60 a 70 pies de largo, y media vara en quadro[3], cuyo peso es muy grande en una biga en redondo acabada de cortar y echada al río; de que se infiere, cuanta mayor facilidad habría en que se naveguen barcas chatas, hechas con arte[4], aunque sean de 500 quintales de buque[5].

- …y aún sale bien la cuenta con almerías[6], sin más arte que el ligamento de seis o doce maderos sobrecargados de los frutos o géneros que hayan de traerse.

Estas tres citas de los párrafos anteriores hablan por sí solas de la torpeza con la que se gobiernan los países y la lentitud con la que se acomete el progreso. En nuestra comarca –o país como llamaban los antiguos- ahora recreamos y recordamos el esfuerzo de los madereros para llevar a puertos secos los grandes pinos criados en las sierras. Está bien como homenaje a nuestros antepasados y sus esfuerzos: peones eran, al fin, del sistema. Pero que año tras año, siglo tras siglo, gobernante tras gobernante, nadie apostase por limpiar los cauces de maleza y piedras, canalizarlos si había poco agua, represar donde tocara y facilitar la flotación ágil aguas abajo de maderas o de almadías –que ya no digo barcas- cargadas de productos de fácil intercambio, es para minusvalorar a los grandes personajes que nos describe la historia y, en lo más inmediato, para revelarnos contra quienes dirigen nuestros destinos y pierden el tiempo solo con palabras huecas. Porque lo que defiende el proyecto del señor Simón Pontero es de madera de cajón de pino de nuestras sierras.


[2] En su reconocimiento de los ríos, José Briz  y Pedro Simón Gil comprueban el gran desperdicio de las fuentes de sus márgenes y afirman que un mejor aprovechamiento de éstas permitiría aumentar su caudal, al menos, en un tercio.

[3] Entre 17 y 20 m. de largo y 42 cm. de diámetro.

[4] Antes de la invención de la máquina de vapor, que sucedería a finales del S. XVIII y que supuso el comienzo del mecanicismo y la industrialización del S. XIX, la navegación fluvial consistía en barcas remolcadas, especialmente río arriba, por mulas u otros animales de carga que transitaban por caminos paralelos al cauce, unidos a la embarcación por una maroma.

[5] Un quintal equivale a unos 46 kgs., luego la capacidad de carga de estas barcas sería de unos 23.000 kg de  ahora.

[6] La palabra reconocida por la Real Academia  es almadía, que se define en el diccionario como conjunto de maderos unidos para poder conducirlos flotando.

La Compañía de la navegación del Tajo.
Dejando la opinión y siguiendo con la información, lo cierto es que en 1576 se creó una sociedad llamada Compañía de la navegación del Tajo, que, bajo la protección real, estaba formada por accionistas privados. Se hicieron algunas obras en el primer tramo con el citado rey Fernando VI y siguieron con Carlos III, al que los madrileños llaman el mejor alcalde de Madrid –está por analizar si también fue un buen rey de las Españas- Le sucedió el pusilánime Carlos IV, que se asustó con la revolución francesa de 1789 y frenó el avance innovador de los anteriores ministros ilustrados. Después entró el S. XIX con su revolución industrial, pero en España tardó en llegar porque antes se hizo una Guerra de Independencia defendiendo los derechos dinásticos de un rey, el que luego fue Fernando VII, que flirteba con Napoleón Bonaparte desde el castillo francés de Valençay en el que le tenía recluido, mientras en España los guerrilleros luchaban contra los gabachos y promulgaban la primera constitución burguesa, la de Cádiz. A este monarca, el pueblo comenzó llamándole El Deseado y acabó renombrándole el rey Felón. A su muerte en 1833 dejó como mejor herencia una nueva guerra civil, que a intervalos duraría todo el S. XIX, entre los partidarios de su hija, la que más tarde se proclamaría como Isabel II, y los de su hermano Carlos María Isidro; guerra que tenía como telón de fondo la confrontación entre el liberalismo constitucionalista y el inmovilismo estamentario.
Mientras las élites políticas se debatían sobre si galgos o podencos y el país se empobrecía, otros países europeos iniciaron una rápida industrialización basada en el descubrimiento de la máquina de vapor. Con este sistema, que rápidamente fue evolucionando y mejorando, llegó también el ferrocarril y otras muchas máquinas autoimpulsadas: La navegación por sirga quedaba totalmente obsoleta.
Aún así, tendrían que pasar 200 años más hasta que la madera del Alto Tajo y otros productos del país dejaran de ser conducidos por los cauces de los ríos. El Tajo conoció sus últimas maderadas hasta la década de 1940, porque las carreteras, y no digamos los caminos forestales, tardaron ese tiempo en llegar. Citemos como ejemplo que el tramo de carretera entre Vadillos y Beteta, que sigue el cauce del Guadiela, no se concluyó hasta después de 1950.

PRODUCTOS MÁS IMPORTANTES RECIBIDOS EN MADRID DESDE EL ALTO TAJO
En el informe que el Alcalde de la Casa y Corte de Madrid, Don Carlos de Simón Pontero, presentó al rey Fernando VI en  1756 para defender su Proyecto para la navegación de los ríos Tajo, Guadiela Manzanares y Xarama, hace una relación exhaustiva de los productos que llegan a la ciudad, de su procedencia y del sobrecoste que supone el acarreo. Del mismo tomamos las referencias que siguen.

1.- Carbón.

Llegaba a Madrid, bien desde la Sierra de Cuenca, o bien desde los montes de Oropesa o Toledo, a una distancia mínima de 21 leguas. Y añade que la ciudad consumía unos tres millones de arrobas de carbón de encina y un millón de carbón de brezo cada año.

El carbón es el primer producto que el señor Pontero cita en su argumentario. Sobre él da datos de lo que cuesta en origen y lo que vale en destino. Lo hace también respecto de otras materias que consume la ciudad de Madrid. Para no ser prolijo y aburrir a los lectores, citaré solo aquí alguno de los datos que ofrece:

El abastecedor más diligente paga 4 maravedís por arroba y legua, que hacen 2 reales y medio. Por mucho que baxe la compra, hecho el cómputo de los desperdicios y gastos de administración, no puede venderse en Madrid a menos de 30 cuartos; esto en los años de abundancia y felicidad,  sin contar con la calidad del género, y sin la baxa de una quinta parte de tierra, y cisco en arroba, por razón del golpeo en los acarreos.

Este mismo carbón traído a Madrid en barcas a igual distancia, y sin una libra de desperdicio, a causa del mejor cargamento, sale bien vendido a 2 reales de vellón la arroba. Que sea útil al público no se duda, porque es de bulto el exceso de real y medio en arroba (…)

Si esto es así a 21 leguas de distancia, ¿qué será a 30 o 40, como sucederá indispensablemente antes de 3 años si no viene por agua?

2.- Madera.

Principia hablado de la que llama madera de corte, que suponemos es la de pino; y dice lo siguiente: la madera de Cuenca es de más calidad, y mayor coste…
La de nogal para ebanistería, el álamo blanco y el aliso llegaban desde Buitrago y las Alcarrias.
El fresno, la encina, los álamos blanco y negro y el haya, maderas especiales para construir coches, galeras y carros, además de los montes de Toledo, venían de toda la ribera de Tajo y Guadiela, desde Bolarque hasta Peralejos y Beteta.
El consumo en Madrid y otras ciudades comprendidas entre Bolarque y Talavera –Aranjuez y Toledo, incluidas- lo calcula el señor Pontero en seis millones de pies en cuadro.

3.- Piedra.

Los jaspes y alabastros eran de Cuenca.

4.- Alimentos.

Se cita el aceite, la miel y la carne salada de la Alcarria. Mas los huevos de Cuenca y Sigüenza.

5.- Vidrio.

Eran de las fábricas de El Recuenco y Albendéa. Y el consumo anual de unas 14 mil arrobas.

6.- Hierro.

De Molina. La concesión otorgada a quienes explotaban las minas de hierro en la llamada Tierra de Molina comprendía 8 leguas más en su contorno, contando desde el límite de ese territorio, en donde entraba el Alto Tajo y el Alto Guadiela. (Sobre este asunto nos informa Emilio Guadalajara en un artículo editado en el  número 9 de Mansiegona)

7. Resinas y mieras.

De la sierra de Cuenca.

RECONOCIMIENTO DEL TAJO Y DEL GUADIELA HECHO POR EXPERTOS ENCARGADOS DE COMPROBAR LA NAVEGABILIDAD DE ESTOS RÍOS, EN EL VERANO DE 1755.

El Alcalde de Madrid, Don Carlos de Simón Pontero, después de que la capital del reino sufriera varios años de carestías de productos básicos como la leña o el trigo, y conocedor de que la materia prima llegaba a la corte con un precio carísimo como consecuencia de los costes añadidos por los portes, hizo un intento de convencer a los gobiernos de la monarquía para que se invirtiera en el cauce del río Tajo y sus afluentes, incluyendo primero el Guadiela y luego otros más próximos como el Jarama y Manzanares, de manera que ríos abajo llegaran los productos de primera necesidad flotando sobre el agua y no a lomos de mulas o bueyes, o en carretas arrastradas por los mismos animales sobre malos caminos, tras muchas semanas de penurias y portando pequeñas cantidades.
En su empeño, el señor Pontero encargó a dos técnicos, D. José Briz y D. Pedro Simón Gil, que informaran sobre las posibilidades de hacer navegable el río Tajo, con sus afluentes, desde el nacimiento hasta Talavera de la Reina. Estos ingenieros salieron de Madrid el 15 de julio de 1755, aguas arriba, hasta llegar a la Fuente García, nacimiento del Tajo en los Montes Universales. Llevaban como apoyo dos caballos y dos criados. Concluyeron el viaje el 23 de octubre de ese año.
De su experiencia e investigaciones dejaron testimonio en un diario que puede consultarse en el libro de D. Francisco Javier de Cabanes titulado Memoria que tiene por objeto manifestar la posibilidad y facilidad de  hacer navegable el río Tajo, publicado en Madrid en 1829.
En este trabajo describiremos únicamente las etapas que se refieren al reconocimiento del Guadiela y del Tajo en su parte alta. Del resto hay más abundancia de estudios para quien quiera consultarlos.

RECONOCIMIENTO DEL GUADIELA

3 y 4 de agosto de 1755. Alcocer. (Ver mapa).
Los ingenieros D. José Briz y D. Pedro Simón Gil iniciaron aquí el reconocimiento del Guadiela, siguiendo su cauce río arriba. Describen un tramo poco tratable por la mucha piedra, mientras que más arriba consideran que el río es navegable durante un gran trecho. Visitan molinos, presas y puentes. Una fuente que nace en lo más alto del monte –seguramente la que llaman de las Hontecillas- riega las que consideran buenas huertas de Alcocer. Luego citan un riato que desemboca en Guadiela, no sin antes dar servicio a una muela de molino harinero. El que llaman riato debe ser el hoy llamado Arroyo del Chorro.
Actualmente este tramo del cauce del río está inundado por el pantano de Buendía.
De Alcocer dicen que es una población de más de cuatocientos vecinos; que tiene dos grandes montes de encina y roble, llamados de los Cabezos y Monte Llano; y que abunda el trigo, la cebada, el vino, el aceite, el azafrán, el alazor (planta anua de dos pies de altura, cuyo tallo y ramas son azuladas, las hojas cortadas y armadas de espinas. En la extremidad de las ramas nacen las flores que son de color de azafrán y sirven para teñir de amarillo. La semilla es ovalada, blanca y lustrosa, y se usa para alimento de las aves. Carthamus tinctorius), según el diccionario de la RAE de 1817) y la miel.

5 de agosto de 1755. De Alcocer a Villar de Ladrón(Villar del Infantado desde 1928) y Valdeolivas. (Ver mapa).
Sobre el cauce del río únicamente dicen que reconocimos las vueltas de la dehesa del monte de los Cabezos. Este tramo hoy también está inundado por las aguas del pantano, pero el límite entre las provincias de Cuenca y Guadalajara sigue el viejo cauce.
Se desviaron del cauce del Guadiela, subiendo hacia el norte, para buscar la desembocadura del Escabas en Alcantud.
De Villar del Ladrón (ahora del Infantado), dicen que es un lugar de cuarenta vecinos, pero de grandes granos, miel y flor de alazor. Y de Valdeolivas, que es población de cuatrocientos vecinos, bien situada y de grandes cosechas de vinos, aceite y granos. En este punto del diario resaltan que alcanzan bello cielo y suelo estos países mirando al medio día. Interesante la descripción que hacen de la Alcarria.

Día 6 de agosto de 1755.
Descanso en Valdeolivas para ordenar las notas de su diario.

Día 7 de agosto de 1755. De Valdeolivas al vado de las Caretas de Alcantud (tal vez hacia la desembocadura del río Alcantud, próximo al puente que hoy cruza la carretera que sube de Priego, y poco antes de los baños). (Ver mapa).
Subieron el monte de los Cabezos, que es límite entre Castilforte, Arandilla del Arroyo y Alcantud. Luego descendieron a Las Juntas, donde el río Escabas rinde su caudal en el Guadiela.
Dicen del Escabas que nace en la Sierra de Cuenca y trae mucha agua. Próximo al embocadero del río en Guadiela estaba el molino de la Cobatilla (hoy nominado en los mapas como de Las Juntas), que movía dos piedras. Más arriba, ya en Guadiela, se encontraba el molino de la Roydera, en donde había un puente arruinado y otro “corriente” de madera. En este molino de la Roydera está el salto de Guadiela que tiene veinte pies de altura y una olla de agua de mucha profundidad.
Aquí, los investigadores aportan una idea que repiten en varios pasajes de su informe, y es la referida a la posibilidad de comunicar las cuencas del Tajo y del Júcar, algo que actualmente es una realidad –triste realidad si se mira desde la perspectiva de las tierras en que nacen y discurren  esos ríos, porque únicamente los vemos canalizados hacia otros territorios-. Opinan que por la cercanía con que pasa el Júcar, es fácil dar comunicación a estos dos ríos, ya sea para aumentar la corriente a Guadiela, sangrando al Júcar, o ya para darle por Escabas comunicación con el Guadiela para tenerla con el reyno de Valencia y puerto de Cullera, por donde entra Júcar en el mar. Es decir, que la idea del trasvase del Tajo al Segura ya venía de lejos.
De los pinares de Alcantud dicen que son los mayores de toda la sierra, en donde también hay mucho monte de encina y de roble. En realidad, los ingenieros, que subían cauce arriba, aquí hicieron el salto de la Alcarria a la Sierra, pasando antes por los muchos montes ya arrasados para abastecer las necesidades de Madrid y otras grandes poblaciones próximas. Como veremos luego, se sorprenderán más aún en los días siguientes viendo la vegetación de los montes por donde discurren los cauces altos de Guadiela y Tajo.
En el apunte de esta jornada hacen una de las primeras críticas que hoy podríamos llamar ecologistas. Y además la comentan con ironía. Consideran que a Alcantud no le falta tierra de sembradura, pero que, sin embargo, usan de cortas para rozas. Y añaden: pocos años hace que una de estas rozas ocasionó un incendio que abrasó mucho monte, y se atribuye a milagro del Santísimo Sacramento, que sacaron, (se supone que en procesión) el que no trascendiese a más; pero de estos milagros necesita Dios enviar cada día a la Sierra de Cuenca porque los naturales empeñan la Divina Providencia a cada paso. No es nada este juicio comparado con los que harán según se van internando en la sierra más alta, como veremos.

Día 8 de agosto de 1755. Desde el vado de las Caretas de Alcantud hasta El Recuenco y vuelta a Alcantud. (Ver mapa).
Subieron el río Alcantud arriba, hasta el nacimiento del río de La Vega, que surge al norte de este lugar y muele con sus aguas inmediatamente tres molinos harineros. No debían estar bien canalizadas sus aguas, pues afirman que si se mina la fuente de Recuenco y se le abren sus zanjas para incorporar las aguas extraviadas, se aumentará y pacificarán los prados que hoy están inundados con ellas. Este discurso de buscar un mayor caudal, profundizando en las fuentes y luego encauzar el agua para que no se desperdicie inundando vegas, se repite con frecuencia a lo largo de toda la ruta.
Continúan describiendo la vertiente hacia abajo y siguen afirmando que hay un dilatadísimo prado con doce fuentes y otra que nace al lado de la ermita (sin duda la de Nuestra Señora de la Bienvenida) entre Recuenco y Almonacid. No he encontrado el topónimo de Almonacid en esta vertiente, y presumo que es una errata que quiere decir Alcantud, porque dice que de ellas se forma el río Alcantud. Citan como importantes las fuentes del Berro y del Tejo; y afirman que, más abajo, orilla del Guadiela, cuando entra el de Alcantud en este río, vimos unos baños de agua mineral que usan para curar todo género de males. Como no era su propósito, no se extiendes en describir las cualidades de estos baños que, aún ahora, son de gran estima.
Sobre el monte se admiran de sus bosques de pinos, encina y robles, tanto que esto, y los de Peralveche y otros pueblos cercanos parece imposible consumirlos. En esa época debían estar en pleno funcionamiento los talleres de vidrio de El Recuenco –tres fábricas- y Arbeteta, pues afirman de ellos que son los dos pueblos que surten a Madrid y las Castillas, y aún a Portugal y Aragón, de vidrio ordinario.

Día 9 de agosto de 1755. De Alcantud, por Cañizares, a Palomares.
Este tramo lo hicieron a pie, porque los caballos no podían seguirnos en la corriente de Guadiela. Dada la dificultad del terreno, y su interés por reconocer, además, las fuentes principales que alimentan el río, no parece que siguieran demasiado su curso. Primero subieron por la piedra que llaman escrita; retrocedieron al toril y subieron a Cañizares. Por la tarde regresaron a Palomares, por donde discurre el afluente del mismo nombre, habiendo reconocido antes el barranco de la Hozezuela, que tiene muchas fuentes. En la aldea de Palomares pasaron la noche.
De Cañizares dicen que tiene ochenta vecinos, poca tierra y mal cultivada, es grande la cosecha de miel, en este y los demás lugares de la Sierra; los de Cañizares están en destruir los bojes, y no contentos con los de su pays, pasan a Aragón y Cataluña, dejando en los inviernos niños y mujeres. El buje –que así lo llamamos en la zona- es un arbusto muy calorífico. Para unos investigadores mandados por el Alcalde de Madrid, en donde se helaban de frío, la actividad de los nativos debió parecer, y probablemente lo sería, un desperdicio de materia prima con la que se podrían calentar muchas familias madrileñas si el producto pudiera bajar, ríos abajo, hasta la capital del reino.

Día 10 de agosto de 1755. De Palomares a Beteta. (Ver mapa).
Seguimos el Guadiela, agua arriba (…) hasta el molino y batán de Santa Cristina, que muele con las aguas del arroyo de Pozuelo, (…) pasamos la hoz de Tragavivos con mucho riesgo. Debieron seguir hacia Vadillos, pues citan que al pie de la cuesta está el arroyo de la Albujeda, que entra en Cuervo. Sin duda debe ser el arroyo que baja de Cañizares a Vadillos. Pasado el vado de este río se vuelve a encontrar Guadiela y se unen a tiro de pistola. Dicen que es mayor el cauce de Cuervo que el de Guadiela.
La Hoz de Beteta no debieron recorrerla ribera arriba, por lo que dicen: …tendrá en sus vueltas legua y media –unos diez u once kilómetros, según ellos-, y creemos impracticable, sin mucho dispendio de hacerle aquí navegable, no por falta de agua, sino por los despeñaderos y aspereza de su madre. Seguidamente citan el arroyo de Valsalobre, que le entra por la izquierda (aguas arriba, la ruta que siguen), que tiene otra fuente de agua salada en que podían hacer unas bellas salinas. De esta cita me interesa comentar dos cosas: la primera, que entre Vadillos y Beteta, hoz arriba, el camino debía ser tan difícil que ni con los caballos que llevaban se atrevieron a seguirlo; probablemente saltaron por el Cerro Carrascoso, lo que hoy es la cañada real de ganados, y desde el alto reconocieron la hoz. Los nativos sabemos que la carretera llegó desde Cañizares a Beteta pasados los años cuarenta del siglo pasado. Y lo segundo, que no debieron llegar a Valsalobre, pues de las aguas de sus fuentes se sacaba sal desde tiempos inmemoriales.
Luego se refieren a el lugar de El Tobar, en que nace el río Masegar de una fuente y dos lagunas a tiro de fusil del pueblo, y es tanta su profundidad que pueden navegar navíos de mucha magnitud. (…) Rebajándole al río Masegar diez pies de cauce aumentaría al Guadiela, en que se incorpora, dos partes más de agua que la que trae. Esta idea, añadida al túnel que comunica el embalse de La Tosca, del Cuervo, en Santa María del Val, con la Laguna Grande, es el resultado actual de la Central Hidroeléctrica del Guadiela, en Vadillos.

Día 11 de agosto de 1755.
Descanso.

Día 12 de agosto de 1755. De Beteta a las fuentes de Pinilla y otra vez a Beteta. (Ver mapa).

Pasaron por la Cueva del Hierro hasta las fuentes de Pinilla, donde nace el Guadiela y se forma de tres fuentes, las dos muy caudalosas y la otra no tanto (…) Un cuarto de legua antes de Beteta nace al pie de un cerro la fuente Morena (¿la del Hontanar?) que trae mucha agua (…), antes se ve un molino harinero (¿el de Molinillos, o el de Huertabellida?) y al pie de la villa hay dos del Señor de Ariza, harinero y de papel.
De Beteta dicen que es capital de muchas aldeas; tiene cuatrocientos vecinos, una gran vega en la que hay tierras de pan llevar, y pudieran hacerse grandes plantíos aunque fuesen moreras.
Sobre sus montes opinan que son tantos y tales que admiran; se componer de encina, roble, sabina y mucho pino. La sabina actualmente está desaparecida de estas tierras: si la hubo, sería interesante saber dónde y por qué se extinguió.

Día 13 de agosto de 1755. De Beteta, por el Cuervo, a Tragacete. (Ver mapa).
Aunque no describen con precisión la ruta, debieron saltar el Cerro de San Cristóbal, en El Tobar, para bajar a Solán de Cabras. Dicen que a legua y media del nacimiento de aguas minerales prodigiosas, han hecho varias cuevas y pozas en las peñas para los que acuden a bañarse, logran su recobro: cuentan maravillas de estas aguas. En este año de 1755 ya tenían fama de medicinales las aguas del Solán de Cabras, como sabemos por otras fuentes, pero aquí se confirma que aún no había más albergues para los usuarios que los refugios naturales de las rocas.
Siguiendo Cuervo arriba citan una herrería perdida propiedad de la ciudad de Cuenca, un molino harinero y un batán sin uso por haberse opuesto la Ciudad a los dueños que los fabricaron. Sin duda, aquí se habla de lo que fue la Dehesa de la Vega del Codorno, una de tantas confrontaciones entre los nativos de la Sierra de Cuenca y la ciudad del mismo nombre. Cuenca era dueña de la vega y la arrendaba para pastos, mientras que los lugareños buscaban otras formas de supervivencia.
Sobre el nacimiento del Cuervo escriben que es tan caudaloso que excede al Tajo, al Guadiela, al Guadalaviar y al Júcar, que todos nacen en la misma sierra. Y hacen una cita preciosa, que aún hoy los escribidores de su promoción turística no han mejorado: Es en la rinconada de un cerro, y forma como una gran plaza, hace un semicírculo, y se divide el agua por aquellas orillas. A la caída se deja ver y admirar una cascada natural grutesca que no la dispondría igual el arte. No se verá sitio semejante ni tan agradable por su situación.
El camino entre el nacimiento de Guadiela y Cuervo lo consideran impracticable (aunque no creo que lo recorrieran) por la espesura de pinares y montes de encina, que son preciosos y abundantísimos en todo este gran pays hermoso por su espesura.
Y concluyen con una crítica –otra de tantas- sobre Masegosa: Entre los nacimientos de estos dos ríos media el lugar de Masegosa, en que usan de rozas para siembras de poca utilidad y grave perjuicio de los montes. Seguro que la confrontación con el hambre propiciaba estas temeridades.

RECONOCIMIENTO DEL TAJO

Nacimiento del Tajo
Subir desde Huélamo o bajar desde Tragacete hasta la carretera que nos eleva hasta el puerto del Cubillo ya es un acontecimiento para contar. La carretera recientemente mejorada habla de paciencia al volante, de naturaleza virgen y salvaje, de gozos para la vista y de vértigo para el miedo.
Concluido el puerto, en la parte de Cuenca queda a la izquierda el monte más alto de la provincia, el de La Mogorrita (1864 m. de altitud). Alguna vez quisieron hacer en su cara noreste una pista de esquí, pero la climatología reciente dijo que era una quimera.
Luego ya seguido se llega a Fuente García, una gran pradera en donde una pequeña fuente da nacimiento a lo que cauce abajo se convierte en el río más largo de la península ibérica: El Tajo.
Un gran monumento de bronce, El Padre Tajo, más otros tres menores con los escudos de las provincias de Teruel Guadalajara y Cuenca, marcan un punto limítrofe de las provincias.
En muy poco espacio geográfico de este punto, los Montes Universales paren manantiales que, como si fuera a capricho, unos los mandan al Atlántico y otros al Mediterráneo. Tal que las familias mal avenidas.

Monumento al Padre Tajo.

RECONOCIMIENTO DEL TAJO

Nacimiento río Tajo.

Nacimiento río Tajo.

14 de agosto de 1755. De Tragacete a las casas que llaman de García, es decir, al nacimiento del Tajo.
No tiene más agua ni cauce que el ámbito de un sombrero, dicen. De aquí continuaron ruta hasta las casas de Valdominguete. Aquí el caudal que incorporan nuevas fuentes ya da para mover una piedra de molino.
Denuncian el destrozo medioambiental que ven, y hasta le ponen nombre a su mayor responsable: …es tan general la corta, destrozo y mal uso de maderas, especialmente los pinos, pimpollos y bojes, que pide muchos remedios; y quien hoy los arruina es Vicente Navarro, vecino del lugar de Guadaviar, que tiene allí sus ganados.

Casas de Fuente García.

15 de agosto de 1755. De Valdominguete a la Herrería de Don Juan Francisco.
Dos leguas y media, o sea, diecisiete o dieciocho kilómetros (¿arroyo de la Cañada y de Castellares?) Aquí el caudal ya puede mover, según los ingenieros, cuatro piedras de molino.
No pudieron seguir el cauce del río, pero denunciaron lo que veían, y a uno de los mayores responsables: desde la cumbre (…) observamos los grandes montes de pinos, tales que ni en grandor ni en calidad se encontrarán en Europa, y nos compadeció ver tanto destrozo por los pastores, cuchareros y betuneros que los sangran para la resina y otros betunes con que pasan la vida aquellos infelices… El dueño de esta Herrería, que es Don Juan Francisco, vecino de Orihuela de Aragón, acaba de comprar a la villa un monte poblado de ricas maderas, que destroza sin dejar guía y pendón…

              16 de agosto de 1755. De la Herrería de Don Juan Francisco a la Herrería Nueva, en el Hoceseca. (Ver mapa).
Hacia el medo día citan dos grandes cuevas denominadas del Tornero y del Agua. Ambas están recorridas con un caudal de agua que concluye en el río Hoceseca.

17 de agosto de 1755. De la Herrería Nueva a Peralejos de las Truchas. (Ver mapa).
Aquí, en Peralejos, los técnicos consideran que ya podrán hacer su viaje todas las maderas y embarcaciones de pequeño buque, o a lo menos almerías con cargo.
En la margen derecha del río se encuentra una herrería arruinada que fue del Marqués de Ariza (señor de Beteta y dueño de la dehesa de Belvalle).
En el monte que hay entre Peralejos y la Herrería de Franco desemboca un arroyo de poco caudal: el Tajuelo. Es decir, que la llamada Herrería de Franco debió estar próxima al puente que hoy llamamos del Martinete.
Por medio de Peralejos, de ciento sesenta casas, discurre una gran rambla (arroyo de Juan Taravilla) que se llevó varias casas en una avenida de junio de ese mismo año.
Destacan los investigadores la gran abundancia de colmenas en este término y el gran valor de sus cosechas de miel.
Los ingenieros José Briz y Pedro Simón Gil opinan que a un cuarto de legua de Peralejos (probablemente a la altura de la actual Huelga del Martinete) se encuentra (o debía encontrarse si se mejorara el cauce del río) el embarcadero del reyno de Aragón,con los productos de Albarracín y Teruel, los de Daroca y Molina, más los de los territorios cercanos, que, además, son abundantes en minerales conocidos y otros por descubrir.
En este tramo del río tampoco faltan las críticas medioambientales. Dicen que Peralejos de las Truchas obtiene su nombre de ese gran pescado, la trucha, abundante en el Tajo y sus afluentes, pero consideran que se extinguirán si continúan en pescar con coca como hasta ahora. Debemos aclarar que la coca es una sustancia tóxica producida por una planta denominada verbasco, gordolobo o matapeces, capaz de envenenar las aguas y, por tanto, a sus especies animales.
Por contraposición con lo que ocurrió más tarde, dicen los investigadores que a la izquierda del río (osea, en la dehesa de Belvalle) hay grandes pinos y robles y carrascas, muchos bojes y avellanos, y si se cuidaran estos árboles, y se aumentaran plantíos de castañas, se cogería uno y otro con exceso, y socorrería y fertilizaría la miseria en que vive el paisanaje. Hoy sabemos que no fue este el criterio seguido por el Marqués de Ariza, quien en el siglo siguiente  pleiteó con los pueblos del antiguo Señorío de Beteta para mantener la propiedad de la finca y, por si acaso se la arrebataban los juzgados, explotó al máximo el aprovechamiento maderable.

18 de agosto de 1755. De Peralejos a Poveda.
Se perdieron hasta dar con el río Cabrillas y, siguiendo su cauce, llegaron de nuevo al Tajo y de ahí subieron al pueblo.

19 de agosto de 1755. Poveda. (Ver mapa).
Ocuparon el día en Poveda. Examinaron el río Poveda, lo que hoy se denomina el arroyo de la Hoz, afirmando que se hallan tan ofuscados de broza los manantiales que se pierden más de dos muelas de agua. Más adelante informan que al norte hay grandes pinares y montes que siguen a Carrascosa, Recuenco, Arbeteta, Peralveche y La Puerta hacia el Tajo, en travesía de nueve leguas, capaces de dar madera, leña y carbón a Madrid muchos siglos, especialmente si se cuidaran.

20 de agosto de 1755. De Poveda a Taravilla y regreso a Poveda.
Visitan su laguna y consideran que si se le abriera una “boca” –supongo que se refieren a una compuerta para vaciarla en momentos de necesidad- aumentaría significativamente el caudal del Tajo.
De Taravilla dicen que hay sesenta vecinos y que tienen buenos montes de encina y pino, aunque atrasados por el carbón para la Herrería de Garabatea. Y continuando con sus críticas respecto a la sobrexplotación del monte en la zona afirman que este lugar es igual a todos en cuanto a destrozo de maderas, especialmente de bojes que son muy esquisitos. Desde la laguna regresan de nuevo a Poveda por entre montes a orillas del Tajo, y añaden otra crítica sobre su uso: Los más, cortados hasta los pimpollos de pino, llegando a tanto el abandono del box que le cortan para leña y otros usos.

21 de agosto de 1755. De Poveda a la Herrería de Garabatea. En el límite entre Peñalén (a media legua), Zaorejas y Fuenvellida. (Ver mapa).
Para entonces estaba en bajo rendimiento, tal vez porque su presa –tan desmedida que rebasaba las corrientes- había sido destruida por alguna avenida, pues dicen que solo trabaja el martinete de hierro, destruida la presa, parado el harnal grande (cajón para la harina) de los dos fuelles, sirviéndose el martinete de una fuente de Peñalén, que ingeniosa y rústicamente pasa en un canal de madera sobre el Tajo, haciéndole puente.
Peñalén tenía setenta vecinos y montes de muchas clases.
Las herrerías, que funcionaban con carbón hecho con la combustión de madera, debían consumir tanta cantidad de ella que nuevamente los ingenieros informan del abuso producido en los montes: Vimos la corta de pinos grandes y chicos orilla del Tajo para esta Herrería, lo mismo hacían con álamos y avellanos, llevándolo a hecho sin reservar pimpollos.

22 y 23 de agosto de 1755. Descanso en la Herrería de Garabatea.
Escavaron siete pies la fuente de Peñalén (seguramente la que ahora llaman de la Parra) salió una tercera parte más de agua, con lo que trabajaba el martinete día y noche, cuando antes estaba detenido y se hacían represas para adelantar algo. Esta experiencia, como tantas otras realizadas en jornadas anteriores, les lleva a afirmarse en su tesis de que trabajando en las fuentes crecería dos tanto más el caudal del Tajo. Bien es verdad que, incluso para un profano en hidrología como yo, parece evidente que el agua que no mana en un lugar deberá salir por otro; pero, en su afán por demostrar la navegabilidad del río, no se plantean esta cuestión en ningún lugar de su informe.

Del 24 de agosto al 23 de octubre.
La exploración siguió rio abajo hasta Toledo.
El informe que presentan los ingenieros D. José Briz y D. Pedro Simón Gil sigue aportando noticias muy interesantes sobre la ribera del Tajo y sus municipios aledaños de la Alcarria, de Madrid y de Toledo, pero, dado el ámbito de difusión de esta revista, y la extensión que requeriría su reseña, me obliga a interrumpir aquí el comentario. Para quien tenga interés, le recuerdo que puede conocer sus noticias buscando el libro que cité al comienzo de esta crónica.

One Response to Intentos de hacer navegables el Tajo y el Guadiela

  1. Jorge Garrosa says:

    Un buen relato que habla de un intento pasado de dar futuro a todos las poblaciones de la cuenca del río Tajo, sus afluentes e incluso a algun pueblo perteneciente a otras cuencas hidrográficas.
    Por desgracia, estos son los viejos sueños que nos han rondado en el deseo de dar vida a estas regiones en algún momento dado de nuestra historia, sueños que finalmente y como siempre se han quedado tan solo en eso, en sueños y deseos. Y es que firmemente creo que la solución no nos la dará nadie de fuera, ese futuro o lo construye la gente que habita esta tierra o seguiremos viendo como tristemente la vida de estos pueblos se apaga sin remedio.
    Por lo demás un saludo a Joaquin, soñador impertérrito y cronista amante de esta su tierra. Que ojala ese sueño pueda verse cumplido.

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