Apuntes para una revisión crítica de la historia de la villa de Beteta

Apuntes para una revisión crítica de la historia de la villa de Beteta

Joaquín Esteban Cava

I.- Los lectores habituales de la revista Mansiegona saben que es una de las actividades que presta la Asociación Cultural Mansiegona, de Masegosa. Y que desde ese epicentro intentamos difundir no solo información propia, sino también tradiciones, costumbres e historia de la comarca.

Nuestro pueblo, más otros muchos, se nominaba antes aldea de Beteta y ahora algo así, sin sustento jurídico, como municipio de la comarca de esa villa.

Bien, pues desde la perspectiva de un aldeano nacido en un pueblo distinto del que se autodenomina Capital de la Sierra y Puerta del Alto Tajo, pretendo hilvanar algunos descosidos que observo en la historiografía beteteña. Sin pasión patriótica es más fácil aproximarse a la objetividad; y si me equivoco, como director de Mansiegona, ofrezco páginas en blanco para la réplica en cualquier número de esta publicación.

II.- Nuestra región, la Sierra Alta de Cuenca, siempre ha estado poblada. Castros, osea, pequeñas poblaciones de indígenas, los hay por todas partes: En Tragacete, en la Vega del Codorno, En El Val, en Carrascosa, en Beteta, etc.

Antes de que los romanos invadieran la península ibérica, lo que llamaron Hispania, ya los cartagineses, con Asdrúbal o Aníbal como generales, tuvieron que enfrentarse con los habitantes del país que en la historia clásica llamaban “las fuente del Tajo” (ver revista número 3, páginas 21 a 24, de mi texto Las fuentes clásicas sobre la cabecera del Tajo)

De la etapa romana sabemos, entre otras cosas, que dominaron la Alcarria y el Alto Tajo desde la ciudad de Ercábica, situada en la confluencia del río Guadiela con el Tajo, hoy en término de Cañaveruelas, y, abreviando  para no repetir lo que ya se sabe, se construyó una calzada desde Alcantud, por la Herrería de Santa Cristina, hasta La Cueva, en donde explotaron sus yacimientos de hierro.

Los siguientes dominadores de España, los visigodos, despreciando el asentamiento de la ciudad de Ercábica, fundaron casi al lado la de Recópolis, en homenaje a su rey Recadero. Esta fue capital de una provincia tan grande que incorporaba la Alcarria, nuestra Sierra y la comarca de Molina. Entre tanto, los pobladores de este país, alejados como casi siempre del centro burocrático de poder, continuaron haciendo lo que sabían y siempre hicieron: pastorear ganados trashumantes y cultivar las pequeñas vegas próximas a sus poblaciones. Como dice el refrán “cuanto más lejos del jefe y del mulo, más seguros”.

Tras la invasión árabe, la misma o parecida provincia administrativa que los visigodos controlaron desde Recópolis, ahora se llamó Santaver y parece que inicia su dominio recuperando la vieja ciudad romana de Ercábica.

Con el paso de los siglos, otras ciudades con mayor valor militar comienzan a emerger, en detrimento de la primera: Uclés, Huete, Huélamo, Zorita, Molina, Cuenca. Hasta aquí no hay referencia documental alguna que cite a Beteta como ciudad fortificada, pero tampoco como población.

Hurgando en la etapa histórica que queramos, pronto nos damos cuenta de que el mayor presupuesto de los gobiernos se ha destinado a gastos militares: invadir o defenderse, tanto da. Y en ello los caminos para las tropas tenían que ser cómodos y sin riesgo de emboscadas. Por eso no encontraremos en la historia antigua, ni aún reciente, ninguna expedición militar importante que cruzara de este a oeste, o viceversa, el cauce alto del río Guadiela, y menos aún el peligrosísimo paso por la casi inaccesible Hoz de Beteta1.

Las grandes campañas guerreras medievales que subían de los reinos musulmanes en la Edad Media, o que bajaban de Castilla y Aragón, pasaron, a partir de Toledo, por los valles más accesibles del Guadarrama, Henares o Tajuña, por el oeste; o buscaron las rutas más abiertas del Júcar o Cabriel por el este.

Hablar de Beteta como vía de comunicación entre Cuenca y Molina de Aragón, históricamente es un despropósito. Y la prueba evidente es que en la Edad Media, antes de la conquista cristiana, no se cita el municipio ni tampoco su fortaleza. Sobre los castillos más próximos, incluso cuando árabes y cristianos se disputaban la dominación de las riberas altas del Tajo, solo sabemos de la importancia de Albarracín, Huélamo, Molina, Medinaceli, Sigüenza, Cuenca, Huete, Zorita, etc.

III.- Lo primero que conocemos de cierto sobre Beteta comienza en el año 1166, cuando Alfonso VIII, de 11 años de edad, representado por la poderosa familia de los Lara, condes de Molina, que ejercían de regentes del reino de Castilla y tutores del rey niño, concede los derechos sobre Beteta y las aldeas adyacentes al obispo de Sigüenza. El diploma, extractado y traducido, dice así:

 …yo Alfonso, por la gracia de Dios rey de Toledo, doy y concedo por las almas de mi abuelo y de mi padre Sancho, rey de buena memoria, y además por la salvación de mis parientes, y también del alma mía, a Dios y a Santa María de Sigüenza, y a vos, mi padrino Cerebruno, obispo de la misma iglesia, y a vuestros sucesores, por derecho hereditario, la villa que llaman Beteta, juntamente con todas sus pertenencias, a saber, con sus pastos y montes, salinas, pesquerías, con todos los villares cercanos, y con sus entradas y salidas, para tener a perpetuidad2. (Traducido de Toribio Minguella, Historia de la diócesis de Sigüenza y sus Obispos, Vol. 1º, diploma número LXX, Madrid, 1910).

 El siguiente texto que conocemos referido a Beteta y sus villares es de seis años más tarde, concretamente del 11 de febrero de 1172, cuando el obispo de Sigüenza, dueño de Beteta y sus villares como sabemos, y el conde Pedro Manrique de Lara, segundo señor de Molina, suscriben un contrato de permuta para cambiar el monasterio de Santa María de Molina –identificado luego como de la Hoz-, propiedad del conde, por la mitad de Beteta, con todo su término y especialmente el castillo. Este texto dice lo siguiente:

Sepan tanto los presentes como los futuros que yo, el conde Pedro, permuto con don Joscelmo, obispo seguntino, y con la voluntad y el consenso de todos, la iglesia del monasterio de Santa María de Molina, con todo lo que tiene actualmente o le corresponda por derecho hereditario, para que lo posea a perpetuidad, a cambio de la mitad de toda Beteta y especialmente elcastillo3 y la villa y todo el término y demás derechos que le pertenezcan…” (Traducido de Toribio Minguella, Historia de la diócesis de Sigüenza y sus Obispos, Vol. 1º, diploma número LXXVII).

Interesa destacar que el castillo, que se cita en el segundo documento referido y no en el primero, se debió edificar luego de la ocupación cristiana de 1166, momento en que los enemigos se encontraban aún en lugares tan próximos como Huélamo, Albarracín o Cuenca; y que poco después, con la muerte del rey Lobo de Murcia, caudillo musulmán aliado de los cristianos, incrementaba su valor estratégico. Por eso Pedro Manrique de Lara, para proteger la frontera sur del Tajo, necesitaba también la nueva fortaleza de Beteta. Opino que fue entre 1166 y 1172 cuando se construyó una torre de vigilancia, que no un castillo como se ha traducido, en el cerro de Rochafía, sobre Beteta.

Carlos Solano Oropesa y Juan Carlos Solano Herranz, en su libro Beteta, Alma de la Sierra, 2000 años de historia, (Diputación Provincial de Cuenca, 2008), opinan sobre el castillo que “debió ser construido por los musulmanes hacia finales del siglo VIII o principios del IX” y basan su afirmación en el estilo de la edificación porque la consideran de traza árabe4.

Beteta, alma de la Sierra

Beteta, alma de la Sierra

No discuto que los arquitectos mozárabes, pobladores primero bajo dominio musulmán, de quienes aprendieron las técnicas constructivas, diseñaran el inicial castillo de Beteta, pero eso no contradice que el encargo fuera posterior a 1166, cuando ya se sabe que en Beteta mandaba el obispo de Sigüenza.

IV.- Lo que sigue tras la ocupación de Cuenca por Alfonso VIII en 1177 y el avance de la frontera desde el alto Tajo a la cuenca media del Júcar está de sobra escrito. Para el interés de este artículo significa que la Sierra de Cuenca deja de ser objetivo militar.

Pasados los años, e incluso los siglos, y con la implantación del feudalismo, nuestra tierra acaba siendo señorío jurisdiccional de familias nobles como los Albornoz, Carrillo de Albornoz y Ariza: Todos ellos gente poderosa que sangraban en impuestos y contribuciones de trabajo a sus vasallos para preservar o aumentar su poder familiar. Desde luego, en absoluto para defender a la población humilde que dominaban. Aunque la historia haya escrito mucho y bonito de ellos y no de los campesinos o pastores, entre otras cosas porque conservamos más documentos de los primeros –que conocían y valoraban el poder del lenguaje- que de los segundos –analfabetos-, no hay mucho o casi nada de lo que sentirnos orgullosos de aquellos antiguos señores. Y Beteta menos, porque los siervos más inmediatos y más sujetos a sus caprichos habitaban bajo el castillo y junto al palacio del señor feudal5.

A este respecto, me parece interesante traer aquí una cita del discurso que Indalecio Prieto pronunció en Cuenca el 1 de mayo de 1936, con ocasión de las elecciones que se repitieron en esta provincia el 3 de mayo debido a las irregularidades producidas en los comicios generales del mes de febrero. Viajando de Madrid a Cuenca, en el automóvil le informaron sobre el dominio todavía feudal que el Marqués de Ariza ejercía sobre el municipio de Paredes de Melo. Y recordemos antes que fue esta misma familia la que disputó y ganó en los juzgados la finca de Belvalle a Beteta y sus siete aldeas, una vez disueltos los señoríos en el S. XIX. Con las siguientes palabras iniciaba su discurso:

(…) Antes de llegar a la ciudad, cuando veníamos de Tarancón a Cuenca (…) yo conversaba en el coche con el camarada Bugeda. Alguien pedía detalles de la estructura social de vuestra provincia. Cuando sosteníamos esta conversación, apareció a la izquierda del camino la silueta de un pueblo, en medio de las tierras de labrantío. Mi curiosidad me empujó a preguntar cómo se llamaba ese pueblo. Paredes, me dijo Bugeda. Y entonces me refirió cómo todas las tierras del Concejo, incluso las sagradas del cementerio, todas las casas, campos, árboles, matas, espigas, todo, hasta la tierra de las tumbas, eran de un solo hombre. Y ante esta visión medieval mi alma se estremeció. Allí era todo de un hombre. ¿Vive ese hombre en el pueblo? (…) No (…) Viene de cuando en vez con una escolta de vicio, formada por mujeres que, para defenderse de la miseria, venden placeres y fingen amor. Cuando el señor llega, las puertas de los hogares honestos de Paredes se cierran (…) Y estos escándalos los produce un hombre que acaso se titule católico (…)6.

V.- Sobre el nombre de la villa de Beteta también hay tópicos que se reproducen, pero que nadie fundamenta.

Es muy recurrente la asimilación con la Vétera romana que citan las fuentes clásicas. Son muchas las Véteras que aparecen en distintos lugares: eran asentamientos de legionarios romanos veteranos y ya licenciados a los que se les concedían tierras en premio a su esfuerzo militar. Pero lo único cierto es que en Beteta no hay hallazgos arqueológicos de ninguna ciudad perteneciente a esta civilización invasora, al contrario de lo que sucede en la Bétera valenciana7. Y es lógico que así suceda, pues el pueblo de Beteta tenía un acceso impracticable para las poderosas y pesadas legiones romanas, además de estar en un territorio poco interesante desde el punto de vista militar. Y no vale citar como referencia arqueológica el castro celtíbero de Los Castillejos porque este fue una de las muchas pequeñas aldeas prehistóricas –osea, prerromana- que encontramos por toda la sierra.

El canónigo de Cuenca, D. Trifón Muñoz y Soliva, en su Historia de la ciudad de Cuenca y del territorio de su provincia y obispado, 1866, página 79, aporta dos posibles explicaciones del nombre. Uno es el ya citado de Vétera, que traduce del latín como “cosas viejas”, y otro, que parece ser más convincente para él, como bether, que significa “montes de división”. Y lo explica en cuanto división entre los pueblos arévacos de los lobetanos8.

El historiador local Juan José Suárez Gimeno, en su libro Bosquejo histórico de la villa de Beteta, 1991, también descarta la hipótesis de Muñoz y Soliva por inconsistente, y ofrece otra igual de idealista. Opina que el nombre viene de la lengua de los iberos, significando “lugar de piedras” y avanza una duda sugerente: “La tribu celtibérica que los historiadores sitúan en esta zona es la de los Lobetanos. ¿No hay algo en común al pronunciar Beteta y Lobeta?”9

Bosquejo histórico de la villa de Beteta.

Bosquejo histórico de la villa de Beteta.

Aparte del argumento ya citado sobre la ausencia de restos arqueológicos, debemos descartar también esta tesis debido a que, salvo en algunos lugares como en las poco interesantes montañas pirenaicas de Navarra y Vascongadas para los invasores, la romanización arrambló con toda la Iberia, imponiendo el latín y suplantando el lenguaje de los indígenas. Si quedan restos de aquel idioma, Beteta no sería un topónimo singular en medio de las Castillas.

Carlos Solano y Juan Carlos Solano, en Beteta, Alma de la Sierra, 2008, citan la tesis de Vétera como ciudad romana, y aunque la descartan a favor de la Bétera valenciana, sugieren que pudo haber otra Vétera próxima a Molina de Aragón. Luego se adhieren, como más probable, a la tesis ibera anticipada por Juan José Suárez, añadiendo a la traducción “lugar de piedras”, y también la de “limitación de paso”, por asociación con los fonemas del euskera.

Los primos Solano se decantan por el vocablo vascuence, y para motivar su argumento relacionan la ocupación cristiana, en tiempos de Alfonso VIII, con una posible repoblación efectuada con colonos vascos, navarros o franceses.  Pero aquí cometen un grave error histórico: Beteta –y también sus villares- ya existía con su nombre actual cuando sale del dominio musulmán y pasa a manos del obispo de Sigüenza en 1166, por donación del rey antes citado. En ese diploma, reproducido al comienzo de este artículo, ya se le cita con el exacto nombre actual, osea que no hubo tiempo para que posibles colonizadores, si los hubo, le cambiaran el nombre.

Todas las poblaciones del Alto Tajo tienen nombres de etimología latina, incluso algunas que fueron más significativas, y por eso las citan los historiadores, cuando la dominación musulmana. Beteta no tiene por qué ser una excepción. Sin embargo, es cierto que nadie ha acertado a explicar el significado del topónimo.

Partiendo de la idea de que Beteta tiene raíz latina como todos los nombres o parajes de su contorno, me arriesgaré a ofrecer otra hipótesis, tan susceptible de revisar como todas las ofrecidas hasta ahora. Al igual que el nombre de Valsalobre se explica por sus aguas saladas, La Cueva del Hierro por sus minas, El Tobar por sus aguas calcáreas, Santa María del Val por Virgen del Valle, Lagunaseca por sus torcas sin agua y Masegosa por la masiega, Beteta se puede explicar por su bendita y fértil vega. Entre las acepciones de la palabra latina beatitas, si buscamos en el diccionario de latín, aparece la siguiente: “fructífero, fecundo, fértil”. En la corrupción de la palabra beatita creo que se encuentra el significado del nombre de Beteta.

 


1 De hecho, las comunicaciones con la villa de Beteta, o entraban desde El Recuenco, por Carrascosa de la Sierra, o retrocedían en el camino de La Herrería de Santa Cristina a Cueva del Hierro, o bajaban por Masegosa continuando las rutas del ganado trashumante entre Peralejos y Tragacete. Lo seguro es que entre Vadillos y Beteta, a través de la hoz del Guadiela, se abrió la primera vía accesible al tráfico rodado sobre el año 1953.

2 El subrayado es mío.

3 El subrayado es mío.

4 Más adelante, los primos Solano afirman que por su situación privilegiada en el camino de Cuenca a Zaragoza, Beteta fue frontera del dominio musulmán, cercana a un vado que permitía el paso al Señorío de Molina, controla y defiende la vertiente sur del río Tajo y las antiguas vías que formaban el tránsito con la Sierra de Albarracín y los Montes de Molina por donde corrían las comunicaciones con Aragón y Levante.  Discrepo de lo dicho en la cita anterior. Por su situación geográfica, Beteta nunca participó de las rutas militares.

5 Para refrescar memorias digamos solo que, aunque en Castilla no fue un privilegio legalmente reconocido, el famoso derecho de pernada y otros abusos feudales se ejercían por el mero hecho de tener el poder absoluto sobre vidas y haciendas.

6 Cita tomada de Ángel Luis López Villaverde: Indalecio Prieto en Cuenca: Comentarios al discurso pronunciado el 1º de mayo de 1936.

7 Esto no contradice que en su entorno haya señas de comercio romano como monedas encontradas. La explotación del hierro y tal vez otros minerales son razones importantes para que controlaran los asentamientos existentes e incluso crearan alguno de mineros –esclavos  incluso- que les trabajaran la riqueza que buscaban.  Pero lo cierto es que en la ubicación actual del pueblo de Beteta no se ha hallado ningún resto romano.

8 Textualmente dice lo siguiente: Beteta.- Es su  raíz  la  palabra  ”bether” que Tyrino  traduce MONTES   DE   DIVISION.  Ya aluda la etimología a  términos de pueblos, ya a confines de comarcas, rebaja  bastante su antigüedad.  Si lo primero: manifiesta que el  país estaba bien poblado, cuando los thobelios ya ponían hitas a sus territorios jurisdiccionales; si lo segundo, no habiendo llegado los fenicios, ni los arcades griegos a Beteta, indica que lo más tarde se hizo el amojonamiento en la unión de los celtas con los iberos, para separar la Celtiberia arévaca de la lobetana. La tradición asegura que los romanos le llamaron Vettra, COSAS VIEJAS; y nosotros, mudada la v en b y la r en t, decimos Beteta.

9 Muchas especulaciones se han hecho sobre la localización de la ciudad prehistórica de Lobetum, pero hasta ahora, ninguna con fundamento. Yo mismo, al hablar del recinto doblemente amurallado que aún es visible al norte de Masegosa, titulé mi artículo ¿Peñas de Lobao: Peñas de lobetum? (ver el número 3 de Mansiegona, páginas 18 y siguientes), aunque mi intención al poner este título era más de provocación que de afirmación.

2 Responses to Apuntes para una revisión crítica de la historia de la villa de Beteta

  1. Jorge Garrosa says:

    Como siempre, gracias por añadir algo de luz e historia en nuestra historia, tan solo recordarte y como posibilidad de apuntar otra tesis al origen del origen del asentamiento de Beteta y su nombre, que como apellido, este tiene una raíz de origen judío, no latino. (De ahí eso de judíos los de Beteta). Y si tras la ocupación musulmana, ¿fuese una población judía la que se instalase en la zona? Quizás si, quizás no; pero como curiosidad  seria interesante estudiarla, ademas el apellido Beteta también tuvo su recorrido en esta edad media en la provincia.
    Un saludo.

  2. Joaquín Esteban says:

    Jorge, gracias por tu aportación.
    El texto que comentas es una revisión de lo dicho hasta ahora por los cronistas que han hablado de Beteta. Seguro que hay vecinos de la villa, de la comarca o amigos de nuestra historia que tienen mucho más que decir. Vendrían bien todas las opiniones.
    ¡Judíos los de Beteta!, dices tú en el artículo publicado en la última edición de Mansiegona, como parte de la copla que le pone mote a los pueblos comarcanos.
    Sabemos por la historia, y lo hemos reproducido en nuestra revista, que Beteta y su territorio de influencia fueron conquistados -o reconquistados, que también sobre estos términos hay discusión- por los cristianos a los musulmanes sin que se conozcan episodios de beligerancia militar.
    Opino que, al igual que sucede ahora cuando un partido político sucede a otro -quizá con algún grado más de crueldad-, serían destituidos los gobernantes musulmanes por los cristianos, desprestigiados seguramente y, tal vez, puteados:nada nuevo bajo el sol.
    Lo que no creo es que se expulsara de Beteta y sus villares a toda la población y se trajera otra de repuesto, llámense vascos o judíos.Entre otras cosas, porque tampoco sobraba población de unos y otros para aposentarla en lugares tan atractivos como los nuestros.
    Sí es posible que al calor de los señores feudales se instalaran judíos en Beteta. Y también cabe que la envidia de las otras aldeas a la Villa sea la explicación simple del mote que cita la copla.
    Pero, sea como sea, no creo en repoblaciones en nuestra Sierra.

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